El problema real no es escasez de dinero: la oferta monetaria amplia (M2) ya es superior a 155 billones de yuanes (25 billones de dólares), es decir, el 200% del PIB, y sigue creciendo a un ritmo del 12 al 13% anual. La desaceleración actual es más bien reflejo de restricciones financieras a la economía real, un problema que será difícil resolver en un futuro cercano.
Irónicamente, a la par que estas restricciones se agravaban, se ha dado un fuerte crecimiento del sector financiero. De hecho, la expansión del M2 y de los activos crediticios en China es resultado de la prosperidad del sector financiero, motorizada en parte por el éxito de las innovaciones promercado.
Los orígenes de esta tendencia pueden rastrearse al menos hasta 2004, cuando la combinación de veloz crecimiento del superávit comercial, entrada masiva de capitales y aumento sostenido del tipo de cambio obligó al Banco Popular de China (BPC) a recurrir a la expansión monetaria como protección contra los riesgos derivados. Desde entonces, la inversión permanente en infraestructura y desarrollo inmobiliario impulsó la demanda interna, en un proceso que absorbió y reforzó el crecimiento del crédito. Luego en 2009, China dio un paso más, al introducir un masivo plan trienal de estímulo que amplió el crédito bancario a más de 20 billones de yuanes.
El crecimiento de la oferta monetaria y del sector financiero fue acompañado por una expansión del sistema bancario informal, que opera fuera del alcance de las regulaciones precautorias. Según datos de Moody, a fines del año pasado el volumen crediticio de la banca informal china llegó a 65 billones de yuanes, casi el triple que en 2011; desde 2006, su participación en el crédito total trepó de 10% a 33%.
Pero la tendencia a un aumento del riesgo y de la informalidad en el otorgamiento de crédito también es visible en el sector financiero oficial, en gran medida por el uso de productos de gestión patrimonial innovadores y poco regulados que permiten a los bancos comerciales eludir las normativas.
Incluso los préstamos interbancarios, tradicionalmente incluidos en los estados contables, se convirtieron en “actividades de inversión interbancarias” que no necesariamente aparecen en los libros. Desde el inicio de 2009 al final de 2013, los activos interbancarios de las instituciones financieras aumentaron de 6,21 billones a 21,47 billones de yuanes. Esa tasa de crecimiento del 246% fue 1,8 veces la de los activos totales y 1,7 veces la de los préstamos totales en el mismo período. Los pasivos interbancarios, mientras tanto, crecieron un 236%: 1,7 veces más rápido que los pasivos totales y 1,9 veces más rápido que los pasivos por depósitos.
Todo esto aumenta el riesgo colectivo del sector financiero chino, intensificando al mismo tiempo la presión sobre la economía real. La proliferación de activos no convencionales y préstamos interbancarios llevó a que haya un montón de dinero dando vueltas dentro del sistema financiero, en vez de ser utilizado en la economía real. Para colmo de males, cada transferencia en este mecanismo de financiación acumula intereses, que se suman al costo del crédito de la banca informal.
Por supuesto, todas estas actividades extracontables reportaron a los bancos ganancias fáciles, que los alentaron (a ellos y a sus homólogos informales) a canalizar depósitos hacia inversiones financieras e inmobiliarias de alto riesgo y alto rendimiento. Esto puede generar enormes burbujas financieras y volatilidad en los mercados.
El riesgo se hizo evidente con el derrumbe bursátil de 2005, cuando grandes cantidades de capital salieron de un día al otro de la bolsa para volcarse al mercado inmobiliario; el consiguiente aumento del apalancamiento impulsó un alza de precios de las viviendas urbanas.
Las nuevas empresas de uso compartido de bicicletas que el año pasado invadieron las grandes ciudades (gracias a cientos de millones de dólares de financiación de riesgo) son otro ejemplo del dilema monetario de China. Sus ganancias potenciales a largo plazo no justifican el valor que se les asigna; algunas parece que tiraran dinero por la ventana, por ejemplo, subsidiando a sus clientes con la esperanza de durar más que sus competidoras; todo esto, gracias al aporte de la banca informal china.
A las autoridades chinas no se les escapan los riesgos que generan estas actividades. El recién designado presidente de la Comisión de Regulación Bancaria de China (CBRC por la sigla en inglés), Guo Shuqing, se comprometió a vigilar más de cerca las actividades extracontables de los bancos y auditar rigurosamente sus activos de riesgo. En tanto, las autoridades chinas que supervisan los mercados de títulos y seguros han endurecido la regulación concerniente, por ejemplo, a las ofertas de adquisición hostiles.
Estas medidas traerán problemas en el corto plazo. El endurecimiento regulatorio, combinado con las herramientas macroprudenciales del BPC, ya provocó una caída de precios de las acciones. También repercutió en el mercado de bonos, con un alza de los tipos de interés y tasas de impago nunca antes vistas.
Sin embargo, creo que las autoridades chinas seguirán fortaleciendo la regulación financiera. Saben demasiado bien que un sistema financiero dominado por los bancos no estaría en condiciones de superar el caos de una crisis nueva.
Pero la verdad es que el endurecimiento de las normas, pese a ser necesario para mitigar el riesgo financiero, no resolverá el dilema monetario de China, ni mucho menos protegerá a su economía de las consecuencias de una crisis financiera a futuro. Para eso, China tiene que identificar y alentar innovaciones financieras que sean útiles para la actividad económica real, algo en lo que lamentablemente, no se ha avanzado lo suficiente.