La tendencia de los escenarios productivos indica que es necesario profundizar los factores que afectan el valor nutritivo de la alfalfa en modelos cada vez más intensivos de carne y leche. Los cubos y pellets de alfalfa representan una alternativa poco extendida en el país a pesar de presentarse “como una fuente de fibra y proteína clave para la producción ganadera”, explica Miriam Gallardo, investigadora del Instituto de Patobiología del INTA Castelar —Buenos Aires— quien trabaja junto a su equipo en desarrollar esta propuesta.
“Todos los forrajes son potencialmente conservables como fuentes de nutrientes aunque la secuencia operativa de conservación es compleja y un mal manejo puede generar pérdidas de hasta el 40% de la biomasa del cultivo”, detalló la técnica.
Por esto, es clave analizar y considerar las distintas tecnologías de proceso aplicables a su procesamiento con el objetivo de otorgar valor agregado a este recurso y obtener otros alimentos de alta calidad, estables todo el año y aplicables a una amplia gama de dietas productivas.
Los cubos y pellets —pequeñas porciones de material comprimido— de alfalfa representan una alternativa poco desarrollada en el país a pesar de presentarse como insumos muy promisorios en los nuevos modelos de producción ganadera intensiva, debido a que permiten desarrollar dietas muy equilibradas, con un control más estricto de la cantidad de nutrientes.
Para la especialista del INTA Castelar, este recurso se puede utilizar como “vehículo para aportar otros nutrientes específicos como concentrados especiales, minerales traza y micro-aditivos, entre otros. Los cubos son excelentes fuentes de fibra de alta calidad, mientras que los pellets son fuente de proteínas con perfil acorde de aminoácidos esenciales, aún para aves y cerdos”.
En este sentido, el heno de alfalfa es una fuente de fibra importante para la producción ganadera debido a que “permite equilibrar las dietas: se logran mejores texturas y palatabilidad, a la vez que provee la fibra necesaria para el correcto funcionamiento ruminal”, explicó Gallardo.
Si bien la productividad potencial de los alfalfares se duplicó significativamente —de 8.000 kilogramos de materia seca por hectárea a más de 15.000— el porcentaje de aprovechamiento —pastoreo o cosecha— no llega al 60% de la biomasa total producida anualmente, en contraste con el 80% que sería un rango deseable y alcanzable para mayor eficiencia biológica y económica.
Ensilaje, un recurso interesante
El forraje cosechado con abundantes hojas será un insumo con alto valor proteico. La rentabilidad del sistema aumentará significativamente con la obtención de henos de calidad. De esta manera, procesamiento y conservación con altas propiedades le agrega valor a la eficiencia en la conversión en carne y leche.
“A pesar de que este recurso es muy común en la Argentina —precisó Gallardo— en general la calidad promedio es muy baja en relación a su potencial nutricional. Además, cuando se comercializa normalmente se realiza por volumen, en lugar de calidad, lo que indudablemente tampoco contribuye a la sustancial mejora de los henos de alfalfa”.
Otra forma de comercialización es en forma de megafardos —que llegan a pesar de 400 a 500 kilogramos— que si bien son clásicos en otros países —como Estados Unidos— “en nuestro país esta forma de compactar el heno es una opción muy promisoria para mejorar significativamente los atributos nutricionales de este recurso”. Fuente: Inta Castelar