Carlos Mastrangelo siempre tuvo una visión perfecta. Pero todo cambió cuando alcanzó la cincuentena.
“Necesito lentes para leer y me los tengo que poner y sacar cientos de veces al día para ver objetos de cerca y de lejos. Y lo detesto”, le contó a BBC Mundo.
Probó entonces las gafas bifocales y multifocales, un invento del famoso político y científico estadounidense Benjamín Franklin -que se remonta al siglo XVIII y que se sigue usando hoy día- característico por llevar un llamativo recuadro en el cristal con una graduación diferente según la distancia. Pero el resultado no le convenció.
“No me gusta cómo se ven las imágenes; se ve la imagen distorsionada y de muy mala calidad y me dan migrañas. Imagínese cómo ve uno a través de un espejo de circo. Se ve todo muy deformado“.
Entonces, Mastrangelo -un argentino que trabaja como profesor de ingeniería electrónica y computacional en la Universidad de Utah, EE.UU.- le preguntó a su optometrista si había otra solución.
“Me dijo que no, que tengo que usar lentes. Uno puede ajustar la vista con cirugía refractiva láser, pero no puede corregir los problemas de acomodación“.
Y esos problemas afectan a millones de personas en el mundo.
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“Cuando la gente envejece, pierde la habilidad de ajustar el cristalino (la estructura transparente que actúa a modo de lente en el ojo) por varias razones. Generalmente, éste se hace más rígido o los músculos más débiles, o ambas cosas a la vez”, explica el profesor.
“El resultado es que los objetos se ven borrosos y por eso la gente mayor necesita usar anteojos para ver objetos claros a diferentes distancias”.
Mastrangelo dice que si uno usa unos anteojos simples necesita sacárselos para ver objetos de lejos, y ponérselos de nuevo para verlos de cerca. Y los bifocales “reducen el campo de visión severamente porque si el objeto no está a la distancia correcta en la zona del lente que uno mira, la imagen se ve borrosa”.
El ingeniero dice que se sintió “muy decepcionado” porque el sistema de medicina “no pudiera ofrecer algo mejor y más moderno que esos anteojos que tienen cientos de años”.
Así que decidió resolver él mismo el problema. “Vivimos en el siglo XXI, pero parece que los médicos se quedaron en el pasado. La necesidad es la madre de la invención”, asegura.
Liderando un equipo compuesto por unos 10 ingenieros (incluyendo tres profesores), Mastrangelo comenzó a trabajar en un proyecto para desarrollar unas “gafas inteligentes” hace un par de años.
El avance ha sido enorme.
En el segundo año, la iniciativa fue sufragada por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH) y los científicos desarrollaron su primer prototipo. Y en 2017 recibió un financiamiento inicial del estado de Utah para producir una versión de esos lentes para consumo público.
Pero, ¿cómo funciona su invento y qué tipos de problemas de la vista puede resolver?
Lentes líquidos y Bluetooth
En primer lugar, tienen “un microcontrolador que continuamente ajusta el poder de los anteojos para ver claramente objetos a cualquier distancia”, dice el inventor.
Y no tienen cristales.
“Los lentes variables que usamos son lentes líquidos; unas membranas elásticas hechas de goma de silicona transparente (glicerina) y muy fina, que es muy flexible y cambian la curvatura para modificar el aumento. El compartimento está lleno de un líquido transparente”, explica Mastrangelo.
Para saber la clase de defecto óptico que tiene la persona, estos lentes requieren el uso de una aplicación móvil o tableta vía Bluetooth.
“Pueden corregir cualquier problema relacionado con el enfoque. Están diseñados para corregir defectos asociados con la acomodación del cristalino y problemas de visión fuera del foco (visión borrosa)”.
Mastrangelo dice que, sin embargo, sus anteojos inteligentes no pueden resolver problemas asociados con el daño en la retina (como retinitis pigmentosa o visión tunelífica), ni tampoco problemas con el bloqueo del cristalino (como cataratas).
“Para esos problemas uno necesita cirugía óptica o prótesis de retina”.
Junto a su equipo, está trabajando ahora en reducir el volumen y peso de las gafas. Aunque el mayor problema es el de la batería, explica, pues una batería más liviana significa que no podrá durar mucho.
También deberá lograr que tengan un mejor diseño y estilo y que sean aptos para el consumo.
“Si todo funciona bien, tendremos un producto en el mercado en unos dos o tres años”, asegura con optimismo.