Por Garret Edwards
Llegué a Nueva York un gélido domingo primero de enero, combinación que a cualquier rosarino le pronosticaría, al menos, cualquiera de las siguientes: negocios cerrados, dificultades para movilizarse con el transporte público, zonas con bajo o inexistente control policial, y escasísimas opciones de prácticamente cualquier bien y/o servicio. Sin embargo, para Estados Unidos ése era un sesgo equivocado, y la realidad me demostraría absolutamente lo contrario; cuestión que no debería sorprendernos en lo más mínimo, pero, desafortunadamente, nos sorprende.
En la ciudad que nunca duerme, en el comienzo de un nuevo año, que en el calendario tuvo el destino de caer en domingo, en un congelante invierno del hemisferio norte, no sólo no había negocios cerrados, sino que me topé con la imagen que ilustra esta breve nota: el “OPEN 24 HRS”. Negocios que nunca cierran, que están abiertos las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, todos los días del año. Sin excepción.
Negocios que por estar siempre abiertos requieren de un mayor número de trabajadores para el desempeño de todas las tareas que son necesarias para el desenvolvimiento de la actividad. Negocios que por estar siempre abiertos generan la posibilidad de que los consumidores, ya sea estén de paso o lo hayan premeditado, puedan ver satisfechas sus necesidades en el momento en que éstas aparecen. Un juego que no es de suma cero, un vínculo relacional en que todos ganan. Y ése es sólo un análisis sintético de la situación.
Por su parte, el pasado mes de diciembre, a pocos días de que el 2016 bajara sus persianas definitivamente, la Sala 3° de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Rosario declaró la inconstitucionalidad respecto a la ley de descanso dominical, y a la ordenanza municipal por la cual Rosario adhirió a la misma. Finalmente, primó la sensatez por sobre la corrección política, a prácticamente seis meses de la entrada en vigencia de la injusta e inconstitucional medida.
El derrotero judicial del descanso dominical se encontraba signado por una batalla perdida en Primera Instancia, cuando Julieta Gentile, la Juez de Distrito en lo Civil y Comercial de la 2° Nominación, había marcado con débiles y cuestionables fundamentos su constitucionalidad. De cualquier forma, era crónica de una sentencia anunciada que en la instancia siguiente se seguiría el criterio previamente establecido por la Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial y Laboral de Reconquista, con valiente voto de desempate del Dr. Avelino Rodil, destacándose el hecho de que regular sobre jornada laboral es materia del Congreso de la Nación, y no de la Legislatura de la Provincia de Santa Fe.
A la distancia, noto con preocupación que se festeja desde algunos sectores una raleada asistencia de consumidores al primer domingo sin cierre dominical en meses, cuando a renglón seguido se destaca que la mayoría de los asistentes eran de ciudades y pueblos distintos a Rosario. En enero, un mes en que típicamente Rosario queda vaciada de gente por las vacaciones de verano, el hecho de que un domingo venga de compras gente que no vive en la ciudad es un extra, algo que no sucede en el resto de la semana, un plus para el que verdaderamente quiere disfrutar de una Rosario Ciudad Turística. ¿Y no es eso lo que se pregona desde siempre?
Junto a Alejandro Bongiovanni se nos criticó por un artículo anterior donde postulamos que si alguien quería comprar tomates a las 3 de la mañana, y encontraba gente dispuesta a vender tomates a las 3 de la mañana, ambos ganaban. Voy un paso más adelante, como corolario que se desprende fácilmente de la idea anterior: ¿y si alguna vez nos animamos a soñar con negocios que no cierren nunca, que estén abiertos las 24 horas? Quizá el problema de los negocios que nunca cierren sea que desnuden situaciones que se pretende invisibilizar, ya que como bien ha dicho Alejandro Bongiovanni: “La inconstitucionalidad sólo era invisible para el que no la quería ver”.