Una transformación histórica llegó al sistema de Parques Nacionales. Las resoluciones 61/25 y 62/25, firmadas por Cristian Larsen y el Directorio de Parques Nacionales —todos bajo la órbita de la Jefatura de Gabinete de Guillermo Francos— marcan un antes y un después para el turismo en áreas protegidas. Según explicó Federico Sturzenegger, impulsor del proceso de desregulación estatal, por primera vez en la historia se abre el juego para que cualquier prestador pueda ofrecer excursiones y actividades en los parques nacionales. Se trata de una reforma que pone fin al monopolio de unos pocos operadores autorizados, que por años dominaron la oferta turística.
Hasta ahora, el sistema imponía trabas burocráticas, discrecionalidad de las intendencias y una red de requisitos que desalentaban la competencia y la innovación. Quienes querían ofrecer servicios turísticos —desde una caminata guiada hasta una excursión de mayor complejidad— debían enfrentarse a una maraña de trámites, autorizaciones específicas y la obligación de contratar ciertos perfiles habilitados. Este esquema, opaco e ineficiente, limitaba el acceso de nuevos emprendedores al sistema.
La reforma introduce autorizaciones digitales con silencio positivo, lo que implica que si no hay respuesta en un tiempo determinado, se considera aprobada. Además, se elimina la exigencia de presentar documentación extensa, y se permite la instalación de infraestructura efímera con requisitos mínimos, facilitando el desarrollo de actividades temporales sin afectar el ambiente.
Una de las modificaciones más significativas tiene que ver con los guías: ya no será obligatorio contar con un guía habilitado para todas las actividades, como sucedía hasta ahora. Esta exigencia absurda —equiparable a obligar a los visitantes de un museo a contratar sí o sí un guía— queda reservada solo para actividades de riesgo. Además, se eliminan las evaluaciones físicas y teóricas anuales para quienes ya tienen títulos oficiales, y se habilita que los guías puedan trabajar en cualquier parque con su credencial, sin rendir nuevos exámenes por cada uno.
También se derogaron reglamentos específicos que regulaban hasta las actividades más inofensivas, como las de fotógrafos, cabalgatas, balsas o el registro de vehículos. “¿Tenías que estar registrado como fotógrafo para sacar fotos en un parque?”, ironizó Sturzenegger al ejemplificar el nivel de rigidez del viejo sistema.
Desde la mirada del economista, esta apertura no implica un abandono del control ambiental, sino una forma más inteligente de administrarlo. “La mejor forma de cuidar lo que tenemos es permitir que más argentinos puedan conocerlo, valorarlo y comprometerse con su preservación”, señaló. La Administración de Parques Nacionales mantiene intacta su capacidad de supervisar y hacer cumplir las normas, pero deja atrás un modelo que ahogaba al sector privado bajo un mar de regulaciones.
El caso de parques como San Guillermo (San Juan), Ansenuza (Córdoba), Traslasierra (Córdoba) y Perito Moreno (Santa Cruz) es paradigmático: cuatro joyas naturales que hoy reciben menos de una persona por día. Con las nuevas reglas, podrán poblarse de vida, propuestas turísticas innovadoras y nuevas oportunidades para el desarrollo regional.
Así, la reforma impulsada por Sturzenegger avanza también sobre los Parques Nacionales, sumándolos a una agenda de transformación que busca romper privilegios, liberar el potencial del sector turístico y acercar la naturaleza a todos los argentinos.