Tras un año del cambio de gestión política, el contexto para la producción y los negocios parece ser muy distinto. Las principales cuentas de la economía han logrado estabilizarse. La drástica reducción del déficit fiscal, de la mano de una rotunda política de no emisión monetaria, está logrando controlar uno de los mayores flagelos de la argentina: la inflación.
En este contexto, la baja de tasas de interés y la liberación parcial de ciertos controles cambiarios están llevando a una estabilización de los dólares paralelos que, sumado a una política de devaluación controlada del tipo de cambio oficial, condujeron a una virtual reducción de la brecha cambiaria a solo un dígito, tras haber alcanzado niveles del 150% previo a las elecciones definitivas de 2023.
Es decir que, en términos relativos a la configuración económica de un año atrás, el balance resulta muy positivo. Sin embargo, el sector productivo en su conjunto aún sufre una muy fuerte presión de costos que erosiona cada vez más los márgenes del negocio, al tiempo que reduce competitividad.
En este sentido, una de las grandes materias pendientes que se le demanda a la actual gestión es la dilación de las anunciadas reformas laborales y tributarias, tendientes a descomprimir la actual presión que pesa sobre las empresas, en especial sobre las Pymes, componente vital del sector agropecuario argentino.
Pero, más allá de las reformas de fondo requeridas, otro de los grandes componentes de la suba relativa de costos es el atraso cambiario. Sucede que, en estos doce meses de gestión, el dólar exportador se apreció poco más de un 20%, mientras que la inflación en pesos, aunque estabilizándose, fue del 166% interanual.
Esto conduce a una revaloración creciente del peso y a la consecuente pérdida de competitividad de las agro-exportaciones. Particularmente, en lo que respecta al sector ganadero, la situación que atraviesan actualmente los frigoríficos, tanto exportadores como consumeros, enciende un alerta no menor, en cuanto al impacto que esto puede generar hacia atrás sobre toda la cadena
La demanda local sigue muy cauta. En efecto, la reciente suba del 10% a 15% en el precio de la hacienda gorda no se está pudiendo trasladar a los mostradores, lo que conduce a una reducción de márgenes tanto para matarifes como para abastecedores y carniceros.
Desde el plano externo, el frigorífico exportador tampoco logra encontrar una válvula de escape para descomprimir la actual situación. Costos operativos crecientes por suba de tarifas y salarios frente a un dólar retrasado, sumado a las retenciones que aun pesan sobre la exportación, configuran un combo sumamente ajustado que tampoco deja margen para absorber esta incipiente recomposición de la hacienda, la cual, en base a las perspectivas de restricción de oferta esperadas para el próximo año, debería consolidarse.
A este contexto se suma el efecto de Brasil, cuya devaluación del real mejora notablemente su competitividad regional. Además, los valores de la hacienda, tras una reciente escalada de precios, comienzan a retroceder. En lo que va de diciembre, los valores de la hacienda en pie retrocedieron cerca de un 10% -contrariamente a lo que sucede en Argentina- a causa de la sobre oferta de ganado para faena.
En definitiva, Brasil, transitando un camino literalmente inverso en términos cambiarios y de costos de hacienda, pone aún más en jaque la competitividad de la exportación. Por otra parte, saliendo de la coyuntura actual, queda claro que la competitividad de la industria exportadora, concebida como motor fundamental del resto de la cadena, demanda ineludiblemente reformas estructurales orientadas a una mayor desregulación y reducción de costos que permitan mejorar la competitividad, no tanto por política cambiaria, sino por eficiencia operativa.
Este mismo nivel de eficiencia, deberá ser, en adelante, el objetivo de toda empresa agropecuaria que desee permanecer activa bajo este nuevo escenario de sinceramiento de costos y baja de inflación. El sector ganadero, necesita salir definitivamente de este virtual estancamiento en el que ha estado transitando las últimas décadas, en términos de producción.