Por noveno año consecutivo, la Red de Manejo de Plagas de Aapresid (REM) publica resultados sobre su encuesta anual a productores y asesores de todo el país sobre manejo de plagas.
Con cerca de 1.800.000 hectáreas relevadas, el informe analiza el uso de biotecnologías, insumos biológicos, estrategias de manejo de malezas, insectos y enfermedades en cada zona productiva y costos asociados, para los cultivos de soja, maíz y girasol a lo largo de la 2023/24. Por primera vez, la encuesta incluyó un apartado sobre variables de impacto ambiental.
Adopción de biotecnologías en maíz y soja
En cuanto al uso de biotecnologías, la encuesta reveló que en maíz, la tecnología CRY, fue adoptada en un promedio del 50% en la mayoría de las regiones, con excepción de NEA (22,5%) y el litoral (37,6%), donde la adopción fue notablemente menor.
La tecnología VIP, en cambio, mostró una adopción más alta, con el NEA liderando con un 81,7% y otras zonas, como el litoral, nodo oeste y nodo sur, alcanzando el 60%.
En el caso de soja, la biotecnología Intacta alcanzó un 77,3% en el NEA y 75% en el NOA, mientras que en otras áreas la adopción fue más moderada. Por otro lado, la adopción de la tecnología Conkesta se mantuvo baja en todas las regiones, sin superar el 12%.
Un dato a destacar es que el 46% de los encuestados notó presencia y/o daño por lepidópteros en maíces Bt con tecnología Cry, y el 44% con tecnología Vip.
Estos valores no solo escalaron al 69% en las sojas Bt, sino que en el caso de la tecnología Intacta, el 78% de los encuestados tuvo que aplicar insecticidas para controlar lepidópteros.
Fitotoxicidad en herbicidas y fallas en el control con fungicidas
El control de malezas sigue siendo un desafío significativo. En cuanto a fitotoxicidad provocada por herbicidas, un 11,8% de los productores reportó haber tenido problemas de fitotoxicidad, principalmente debido a los herbicidas hormonales (51,5%), inhibidores de la ALS (24,2%) y de la PPO (19,7%). Otros tipos de inhibidores, como los de síntesis de VLCFA, HPPD y FSII, representaron el 1,5% cada uno, mostrando que la fitotoxicidad es un problema focalizado en ciertos principios activos.
En cuanto al uso de fungicidas, un 12% de los entrevistados se mostró inseguro sobre la efectividad de los tratamientos con fungicidas o incluso confirmó una caída de la misma. En soja se reportó una menor efectividad en los tratamientos combinados de triazol y estrobilurina.
Uso de productos biológicos
Los productos biológicos, ya sean microorganismos vivos o compuestos químicos de origen biológico, desempeñan un papel crucial al contribuir al crecimiento de las plantas y desencadenar respuestas beneficiosas en células, tejidos y órganos vegetales.
Actualmente estos se encuentran ganando terreno como alternativa o complemento a los agroquímicos tradicionales. La encuesta mostró que un 27,7% de los productores utiliza productos biológicos, entre los que destacan los bioestimulantes, biofertilizantes y biocontroladores. En menor medida, también se emplean inoculantes, microorganismos y tratamientos de semillas.
El cultivo de soja lidera en el uso de bioinsumos, aplicándolos en el 58,4% de su superficie sembrada, muy por arriba de su adopción en maíz (19,3%) y girasol (8,3%). Entre quienes los adoptan, el 34% lo hace buscando mejorar la tolerancia a estrés de los cultivos, mientras que un 31% los usa como fuente de nutrientes.
Prácticas de manejo ambiental de fitosanitarios
El impacto ambiental y el manejo responsable de los envases de fitosanitarios fueron aspectos destacados en la encuesta, que revela que el 18,2% de los entrevistados realiza evaluaciones de impacto ambiental de sus aplicaciones.
El 72,6% de los productores indicó que realiza tratamiento de los envases, mientras que el resto señaló que la falta de acceso a centros de almacenamiento, el desconocimiento del proceso, el tiempo requerido o el costo de logística como principales obstáculos.
De los que tratan los envases, un 92,2% lleva a cabo el triple lavado, aunque no todos utilizan los elementos de protección necesarios. La mayoría de los envases vacíos se entregan en centros de acopio cada seis meses o una vez al año, consolidando un compromiso creciente con las prácticas de reciclaje y manejo seguro. Fuente: Aapresid