Frente a una campaña donde se estima un fuerte crecimiento en la superficie implantada con trigo que podría alcanzar las 5 millones de hectáreas y la estabilización del cultivo de cebada en torno al millón de hectáreas, es oportuno recordar ciertas pautas referidas al manejo de sus principales enfermedades.
El trigo y la cebada pueden ser afectados principalmente por dos tipos de enfermedades: royas y/o manchas foliares. Los primeros constituyen un grupo muy particular de hongos fitopatógenos, cuya característica nutricional es la de ser parásitos obligados, es decir que pueden desarrollarse sólo sobre una planta viva. Eso determina que las únicas medidas de manejo que se puedan utilizar para mitigar sus efectos sean el uso de cultivares resistentes y el control químico. Cada especie de roya tiene un rango de temperatura y horas de mojado (rocío) necesaria para un óptimo desarrollo; y tanto la escasez como el exceso en las precipitaciones puede afectar su incidencia.
La Roya de la Hoja ó Roya Anaranjada (Puccinia triticina) es la principal enfermedad del trigo en la Argentina, y constituye uno de los motivos principales de uso de fungicidas en el cultivo, debido a la siembra y adopción de variedades susceptibles, lo que ha registrado en el país desde fines de los ’90. El monitoreo de los cultivos desde la etapa de macollaje/encañazón, y la aplicación de fungicidas cuando se alcance un nivel (umbral) cercano al 10-15 % de hojas enfermas (incidencia), constituye la principal recomendación. Considerando la variabilidad de la población del patógeno, desde el año 2005 se ha observado una reducción en la sensibilidad de roya al grupo de fungicidas triazoles, comunmente usados en el control de la enfermedad; razón por la cual mezclas con estrobirulinas (en particular Azoxystrobin), se han mostrado como las más efectivas desde ese momento.
En las últimas campañas se ha registrado un incremento notable en el desarrollo de la Roya del Tallo ó Roya Negra (Puccinia graminis f.sp. tritici), también favorecida por la difusión de algunos materiales susceptibles, y un aumento en los niveles de temperatura hacia el final del ciclo del cultivo. Ensayos preliminares mostraron severas pérdidas de rendimiento en algunas variedades, por lo tanto y hasta que no se cuente con mayor información, se recomienda utilizar las mismas pautas referidas a roya de la hoja.
En las manchas foliares se puede incluir un grupo bastante extenso de hongos fitopatógenos cuyo principal atributo nutricional es extraer nutrientes de tejidos muertos, por lo tanto establecen con el huésped (trigo y/o cebada) inicialmente una fase parasítica, generando la enfermedad al colonizar los tejidos de la planta. Luego, generan una fase saprofítica, cuando sobrevive en los restos del cultivo (rastrojo) y en forma latente en las semillas cosechadas.
La Mancha Amarilla del Trigo (Drechslera tritici-repentis), la Mancha en Red (Drechslera teres), Mancha Borrosa (Bipolaris sorokiniana), y la Escaldadura (Rhynchosporium secalis) de la Cebada, representan las principales manchas de origen fúngico que afectan trigo y/o cebada. Al igual que en el caso de las royas, cada patógeno posee un rango óptimo de temperatura para su desarrollo, y todas se ven favorecidas por las precipitaciones, que junto al viento, facilitan la diseminación de las esporas. En el caso de las manchas foliares, se cuenta con mayor número de estrategias de manejo para utilizar, dentro de las cuales, las más efectivas y de menor costo son la rotación con cultivos no susceptibles (hospedantes) y la eliminación del inóculo asociado a la semilla con fungicidas eficientes. La resistencia genética en enfermedades producidas por hongos necrotróficos es más difícil, por lo tanto, si existe, es más limitada; al igual que la eficacia de los fungicidas foliares. Como en el caso de las royas, se recomienda monitorear los cultivos desde la etapa de encañazón, y llegado el caso de alcanzar un 20-30 % de hojas enfermas (incidencia), aplicar el fungicida.
En general, en las manchas asociadas a trigo y/o cebada, no se ha observado modificaciones en la sensibilidad de ninguna molécula fungicida hasta el momento, independientemente de la fungitoxicidad particular de cada una, pero en general la correcta combinación de un triazol, más una estrobirulina, se ha mostrado como la mejor elección en cuanto a fungicidas. Recientemente se introdujo el grupo de kas carboxamidas, combinadas en mezclas dobles con estrobirulinas, y/o en mezclas triples con estrobilrulinas y triazoles, que han mostrado una destacada eficacia en el control de manchas foliares, en particular aquellas que afectan el cultivo de cebada. Esta nueva herramienta de protección, también se recomienda ampliamente para el control del Salpicado Necrótico de la Cebada, producido por el hongoRamularia collo-cigni, que afectó muchos lotes del centro-sur del país, en las últimas campañas.
Resumiendo, para la Roya de la Hoja en trigo, se recomienda monitorear los lotes desde la etapa de macollaje, en caso de cultivares muy susceptibles o en su defecto encañazón. Para aquéllos con menor susceptibilidad; aplicar un fungicida efectivo (mezcla de estrobirulina + triazol), cuando se alcance el 10-15% de incidencia; y reaplicar si se observan reinfecciones.
Para manchas foliares en trigo y cebada, se indica evitar situaciones de monocultivo, tratar la semilla con fungicidas de alta eficacia (Ej. Iprodione, entre otros), monitorear los cultivos desde encañazón; aplicar un fungicida efectivo (mezcla de estrobirulina + triazol ó mezcla de estrobirulina + triazol + carboxamida), cuando se alcance un 20-30% de incidencia, y reaplicar si se observaran reinfecciones. Las mezclas conteniendo carboxamidas son preferentemente indicadas para tratamientos en cebada, debido a su mayor eficacia, y además por el riesgo de ocurrencia de Ramularia.