Drones, del cielo a los fondos marinos

El desarrollo de naves no tripuladas ha llegado también al medio acuático, con drones destinados a la exploración submarina. OpenROV desarrolló los primeros modelos, ofreciendo kits de código abierto para aficionados y profesionales para trabajos de biología marina, inspección de embarcaciones y todo tipo de investigaciones subacuáticas. A estos se suma ahora Seadrone, que se ha especializado en el campo de la acuicultura. Al igual que el resto de drones, disponen de estabilización automática para la grabación y sensores integrados para un control intuitivo y sin apenas esfuerzo.

Los drones han llegado para quedarse. Prueba de ello es su creciente popularización, con modelos cada vez más perfeccionados, fáciles de controlar y asequibles para diferentes bolsillos. Sin embargo, mientras se multiplican sus aplicaciones por el aire, aparecen con fuerza las versiones acuáticas. Así, de los dispositivos capaces de nadar por la superficie del agua se ha pasado a los específicos para sumergirse en los fondos marinos. 

Partiendo del mismo concepto de nave propulsada por hélices, estos drones tienen un enorme potencial para la exploración submarina, una actividad bastante limitada, tanto por la inversión económica que supone, como por la falta de medios adecuados para llevarla a cabo. De hecho, los robots submarinos comerciales oscilan entre 9.000 y 13.000 euros. La aparición de los primeros drones acuáticos podría poner fin a tales escollos, facilitando el trabajo de biólogos, científicos o conservadores. 

Es el caso de Seadrone, un dron profesional para la exploración submarina desarrollado por dos veteranos investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, que han creado la empresa O-Robotix para comercializar el producto. Basta con descargarse una aplicación en la tableta y el sistema estará listo para sumergirse en cuestión de segundos. Como detallan en su propia web, el objetivo es reducir significativamente tanto el tiempo que los buzos están en el agua, como el de los operadores manejando el sistema desde fuera. 

Para ello, al igual que sus homólogos aéreos, el dron tiene un diseño ligero y portátil, pesa sólo 5 kg, por lo que puede ser controlado fácilmente por una persona. Del mismo modo regula también dinámicamente la estabilización de la cámara, para evitar las oscilaciones propias del movimiento en la captura de imágenes. 

El operador se limita a tomar las imágenes que desea, ya que el dispositivo incluye un sistema de pilotaje automático que calcula tanto el rumbo como la profundidad necesaria. Puede modificar el ángulo de la cámara o bien capturar vídeos Full HD panorámicos con un solo toque en la tableta. Los sensores se encargarán de medir la presión, la temperatura o la corriente del agua. Todos esos datos, junto a los vídeos, fotos o anotaciones de voz, se guardan en un registro digital que permite tener toda la información accesible y bien organizada.

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