Ubicada dentro del pasillo de una antigua casona de Palermo, una caja de zapatos impide que el viento abra la puerta del taller de Sylvie Geronimi y dé paso a cualquiera. Sin embargo, años antes de convertir a ese inmueble en su laboratorio de diseños de lujo, la hija de padre francés y madre argentina nacida en Malasia había recorrido el mundo, y luego de estudiar en París, eligió a Buenos Aires como la ciudad en la emprender su propio negocio de calzado artesanal. Dos décadas después, celebridades como Karina Mazzoco, Mónica Gutiérrez y Erica Rivas visitan con frecuencia su local en Recoleta, y Roberto Petinatto y Araceli González confían a la diseñadora la creación de sus pares de zapatos más especiales.
En una charla con Mujeres que hacen, Geronimi revela cómo y por qué decidió asentar su marca en en Argentina y habla sobre su trayectoria y el mercado local.
¿Cómo tomaste la decisión de instalarte en el país?
Antes de instalarme, la última vez que había venido tenía 15 años, porque aunque tenía familia acá, mi papá era diplomático y viajábamos por distintas partes del mundo. En el ‘89 nos fuimos de vacaciones a Brasil, y ahí conocí a unos argentinos que me contaron cómo venía la movida del diseño en Buenos Aires. Decidí venir a la ciudad una semana antes de irme a Francia. Fue en ese momento cuando empecé a sentir que acá había algo atractivo para mí, desde mi lugar de alguien que tenía una formación distinta, más europea, pero con ganas de emprender un proyecto propio, algo que quizás a un francés más tradicional no le atrae. Lo que me pasó fue sentir que acá podría establecerme, que acá había mucho para hacer y mucha gente con ganas: la gente, de comprar, y los artesanos, de hacer. Entonces en el ‘95 empecé a armar mi propio taller y a entender que si yo tenía ganas de hacer las cosas a mí modo y no estar dependiendo de otros lo podía hacer.
¿Y por qué elegiste hacer zapatos artesanales, sabiendo que el costo sería mayor y el mercado menor?
Me parece que ahí también hubo algo ligado al país. El zapato fue y sigue siendo algo complicado, al ser un producto que está muy ligado a la industria, a lo industrial, a la horma y a otros ítems, que hacen a su vez que el zapato vaya siempre un paso detrás de la indumentaria. Cuando me di cuenta que estaba en un país donde la industria estaba muy atrasada me percaté de que iba a ser muy difícil ponerme a hacer zapatos industriales acá. También vi que había una camada de artesanos que trabajaban súper bien. Al principio trabajé para marcas como Via Vai, y después arranqué con Ona Sáez. Con ellos tuve un buen principio, me entendieron la onda, se coparon con que no haga copia de nada, y ese fue un buen trampolín. Cuando empecé con el taller fue que inicié con modelos propios y colecciones propias chicas, siempre muy de a poco.
¿Cómo fue creciendo la marca?
Trabajé para más marcas como María Vázquez y Tramando. En el 2008 abrí por primera vez un local a la calle, en Recoleta, y en el 2010 ya no hacía otra cosa que trabajar para mí. Fue muy de a poco la transición. Por mí manera de ser yo sabía que el día que me pusiera un local a la calle iba a tener un taller para poder satisfacer la demanda que surgiera y un lugar en el mercado. De todas maneras, mucha gente me conocía hacía diez años, por eso para mí era muy importante el tema de tener el taller bien armado desde mis comienzos. Tengo mis propios diseños, y al tener que resolver tantas dificultades, si no tenés un grupo de gente que sepa cómo querés que se haga el trabajo, se vuelve imposible. Siento que en ningún momento quemé etapas, entonces siempre fui avanzando en consecuencia a lo que ameritaba y me dejaba la situación. Nunca me lancé a los 10 locales y la fábrica con 50 personas trabajando.
¿Cuál es el próximo paso ahora?
Todo lo veo como posible mientras el producto siga teniendo la calidad que tiene; para mí eso es muy importante. Capaz que justamente, hablando de crecimiento, muchos ven mi caso como uno de un crecimiento muy lento. Yo creo que cuando vos no querés en ningún momento hacer un paso para atrás en cuanto a calidad, el crecimiento siempre va a ser más lento. Yo prefiero no transar en eso; pero sí, por ahí sí me vuelvo loca pensando cómo podemos hacer para sacar más pares.
¿Se puede hacer productos masivos de calidad?
La posibilidad de hacer un producto de calidad y masivo depende del aspecto en el que decidas automatizar. Laburo mucho en investigar y preguntar a mis amigas que trabajan en el mundo de moda en Francia, y así es como me di cuenta que las marcas de lujo automatizan procesos, pero están siempre al servicio de que la calidad siga siendo la que es y en hasta aportar más a la calidad a través de la automatización. Pero es mucho más difícil cuando sos emprendedor y te falta capital.
¿Cómo ves al mercado de lujo en Argentina?
Mercado para el consumo de lujo siempre hay, en el mundo y acá. Por ahí acá sí hay años mejores o peores que otros, pero en mi caso particular, mi clientela es de la que puede comprarse un Gucci o un Prada afuera, pero cuando me conoce, elige comprarme a mí.