Carne: ¿por qué los precios no reaccionan al bajo nivel de oferta?

El último dato de inflación de marzo publicado por el INDEC marcó un 11% mensual acumulando un 51,6% para el primer trimestre del año. Esto se contrasta contra el 45,5% de variación acumulada que registra el relevamiento de precios minoristas que realiza mensualmente el IPCVA para GBA, Rosario y Córdoba.

En la comparación interanual, el promedio de los distintos cortes de carne vacuna relavados por el Instituto arroja un incremento del 275% contra 288% interanual que marcó la inflación de marzo, lo que refleja un retraso de 13 puntos porcentuales en el último año.

Esta misma tendencia se repite al analizar la apertura regional del mismo INDEC, donde el promedio de precios para los 6 cortes vacunos medidos para Gran Buenos Aires (asado, carne picada, paleta, cuadril, nalga y hamburguesas congeladas) acumulan un aumento promedio del 34% en los primeros tres meses del año contra un 53,2% del nivel general para esa región mientras que en el interanual la brecha arroja 13 puntos de retraso contra el nivel general (277% promedio carne vacuna vs 290% IPC-GBA)

Recordemos que, en relación a la metodología de cálculo del IPC, sigue vigente un reclamo que vienen elevando destinos sectores de la cadena de ganados y carnes respecto a la composición actual de la Canasta Básica de Alimentos (CBA) utilizada para el cálculo de dicho índice. En concreto, el rubro “Alimentos y bebidas” del IPC está compuesto por las proporciones de gasto en alimentos y bebidas de la población determinado en función de la Encuesta Nacional de Hogares (ENGHo) de 1996/97, posteriormente validadas con los patrones de consumo que surgen de la ENGHo 2004/05, vigente hasta la actualidad. Esto significa que la ponderación que recibe el consumo de carne vacuna dentro de la canasta de alimentos utilizada para el cálculo del IPC, refleja patrones de consumo de casi 20 años atrás.

Si tomamos los datos que surgen de dicha encuesta vemos que la ponderación que recibe la carne vacuna dentro del gasto total en carnes es del 75%, contra un 22% de carne aviar y solo 3% de carne porcina y ovina. Claramente, esta foto refleja una distribución muy diferente a la actual donde el consumo de carne vacuna se ha reducido a un 46% del total estimado para estas carnes, frente a un avance significativo de las otras proteínas como el pollo que actualmente ocupa el 40% del consumo total y del cerdo y, en menor proporción, del ovino que en conjunto completan el otro 16% de la torta.

Por tanto, tal como se ha revisado la metodología de cálculo de las exportaciones para evitar la duplicación del cómputo de los huesos, este es otro punto pendiente que varias voces del sector vienen reclamando se adecue en lo inmediato, para reflejar una canasta de consumo más ajustada a los tiempos que corren, evitando otorgar a la carne vacuna la “responsabilidad” de ser uno de los bienes de mayor incidencia en el cálculo de inflación.

No obstante, esta aclaración que una vez más pone de manifiesto la necesidad de adecuación de ciertas estadísticas oficiales, lo cierto es que en los últimos meses el consumo de carne vacuna ha caído a mínimos históricos. El mes pasado, de acuerdo a los datos oficiales de producción y exportación, el consumo aparente del mes rondó los 43 kilos per cápita, el nivel más bajo desde que se llevan registros.

Sucede que la caída del poder de compra del salario restringe fuertemente el consumo, y aquí sí, más allá del crecimiento que en volumen denota la exportación, el mercado doméstico para Argentina sigue siendo el de mayor incidencia en el valor de la carne, absorbiendo cerca del 75% del total producido.

Esta debilidad de la demanda interna indefectiblemente termina trasladándose a la hacienda en pie que, sumado a esto, encuentra nuevamente a la exportación en una situación de gran desventaja, con costos internos en alza, dólar que pierde terreno con la inflación, atrasado y su principal mercado -China- pagando valores muy inferiores a los esperados.

En definitiva, este combo de fuerte debilidad de la demanda tanto local como externa, hace que los valores de la hacienda también se encuentren casi planchados nominalmente, a pesar de la menor oferta que comienza a percibirse en el mercado.

El mes pasado el promedio del precio del novillo en el MAG fue de 1.704 pesos, valor que en pesos constantes prácticamente no registra variaciones respecto de febrero. El mismo nivel de estancamiento e incluso con ligeras bajas nominales se repite en abril, con promedios casi cerrados ya para el mes en torno a los 1.757 pesos.

Para el resto de las categorías, salvo en vacas donde los precios promedio caen a razón de un 4% en el último mes, si bien abril muestra ligeras alzas nominales las mismas siguen quedando rezagadas respecto del moviendo general de precios.

En definitiva, en lo que va del año, todas las categorías de hacienda destinadas a faena sin excepción acumulan retrocesos reales en sus cotizaciones. Vacas y toros son las categorías más deprimidas, perdiendo más de un tercio de lo que cotizaban en diciembre pasado, medido a valores de hoy. En tanto que, en novillos esa pérdida alcanza el 13% mientras que en novillitos y vaquillonas los ajustes en términos reales acumulan caídas en torno al 5%.

En la medida que el nivel de oferta se siga restringiendo y la baja de la inflación permita recuperar lentamente los ingresos reales del consumidor, es esperable ver una paulatina mejora en los valores relativos de la carne respecto del resto de los alimentos.

Sin embargo, esta tendencia a la baja que se viene registrando en los niveles inflación mensual, por el momento, no parecen ir de la mano de una pronta liberación del mercado cambiario, algo que sin duda daría oxígeno inmediato a la exportación, generando -por traslado- a una mejora en su capacidad de compra.

La gran incógnita entonces es determinar qué sucederá antes y cuánto puede incidir la reacción de uno u otro canal de demanda -doméstico o exportación- en la corrección de los valores de la hacienda. Lo cierto es que, en lo inmediato, aun no se perciben fuertes indicios de una pronta recuperación. (BCR)

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