Por: NAJMEH BOZORGMEHR Y BITA GHAFFARI
Horas después de que Irán lanzara más de un centenar de drones armados y misiles contra Israel, la cúpula militar iraní declaró “misión cumplida”, tras haber puesto en práctica un cambio de táctica diseñado para tener un efecto disuasorio. Al lanzar el primer ataque directo contra su enemigo, la República Islámica pretendía que el asalto fuera una demostración de fuerza -aunque claramente calculada- que mostrara la larga batalla que mantiene en la sombra con el Estado judío.
Ninguno de los 170 drones logró penetrar en el espacio aéreo israelí. Según el Ejército israelí, veinticinco de los 30 misiles de crucero fueron derribados antes de cruzar las fronteras del país y la mayoría de los 120 misiles balísticos fueron destruidos por los sistemas de defensa antiaérea israelíes.
Sin embargo, dentro de Teherán la operación fue aclamada como un éxito: una respuesta calibrada para recuperar su capacidad de disuasión y reforzar su imagen en la región y entre los leales internos. También se consideró una prueba de que Teherán cumpliría sus amenazas y de su disposición a tomar acciones decisivas cuando se le provocara.
“El mensaje de Irán era contundente: estamos más locos de lo que piensan y estamos dispuestos a sufrir las consecuencias de una guerra si es necesario. Esto pretende servir de elemento disuasorio y de señal a EEUU e Israel de que ya basta”. declaró una persona del régimen.
La decisión de lanzar un ataque directo contra Israel supuso una importante apuesta política para el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, que siempre ha seguido una política de “paciencia estratégica” a la hora de responder a enemigos como Estados Unidos e Israel.
Eso significa que el máximo responsable de la toma de decisiones de la república ha intentado evitar el conflicto directo, incluso después de haber acusado a Israel de asesinar a científicos nucleares iraníes y a funcionarios de seguridad dentro de la república. En su lugar, ha recurrido a la guerra asimétrica y al uso de aliados regionales, como Hezbolá y las milicias de Irak y Siria.
Ahmad Dastmalchian, ex embajador de Irán en El Líbano, declaró que el ataque contra Israel “abre un nuevo capítulo en la política de defensa de Irán” y representa un “cambio de paradigma, de la paciencia estratégica a una defensa en varios frentes”.
Ese ataque se lanzó en represalia por un presunto ataque israelí contra el consulado de Irán en Damasco en el que murieron siete miembros de la Guardia Revolucionaria, entre ellos dos oficiales superiores.
Desde que el atentado de Hamás del 7 de octubre desencadenara la guerra en Gaza y una serie de ataques en la región en los que participan grupos militantes respaldados por Irán, Israel ha atentado contra objetivos iraníes en Siria.
Al menos 18 miembros de la Guardia Revolucionaria han muerto en Siria, mientras que los ataques israelíes en el sur de Líbano han matado a más de 250 combatientes de Hezbolá, el aliado más poderoso e importante de Irán. Mientras tanto, funcionarios iraníes han afirmado en repetidas ocasiones que la república quiere evitar una guerra regional más amplia o un conflicto directo con Israel.
Sin embargo, Teherán cree que el ataque de Damasco ha cruzado una línea roja y también le preocupa que la falta de respuesta “proyecte una imagen de un Irán débil”, según fuerzas del régimen.
Funcionarios iraníes describieron el ataque como “limitado”, ya que el lanzamiento de drones y misiles estaba destinado a una base aérea y un centro de inteligencia que, según dijeron, Israel había utilizado en su ataque del 1 de abril contra el consulado de Damasco.
Según el ejército israelí, el ataque causó daños mínimos en una base aérea del sur del país.
No hubo víctimas mortales durante el bombardeo nocturno, aunque un niño resultó gravemente herido por la caída de metralla tras una interceptación.
El general de división Hossein Salami, comandante de la Guardia Revolucionaria, declaró que el ataque iraní “podría haber sido mucho mayor, pero lo limitamos a atacar únicamente las instalaciones que el régimen había utilizado para atacar el consulado”.
Hossein Amirabdollahian, ministro de Asuntos Exteriores iraní, declaró que Teherán también había avisado a “nuestros amigos” de la región con 72 horas de antelación de que se iba a lanzar el ataque.
En redes sociales, los iraníes expresaron diferentes opiniones, reflejo de un país cada vez más polarizado. Algunos defendieron el ataque, afirmando que habían recuperado su sentimiento de orgullo nacional con el castigo a Israel. Otros creían que era un error acercar al país a una guerra total y se mostraron inquietos por la esperada respuesta israelí.
A pesar del riesgo de una respuesta de Israel contra la república, los funcionarios iraníes parecían, al menos de cara al exterior, confiar en que Tel Aviv no respondería directamente contra Teherán, apostando a que no habría represalias a la operación de Jamenei.
“Fue un acto de castigo tras el cual no habrá represalias. Si [Israel] comete otro error, Irán responderá a una escala mucho mayor. Pero creemos que ni los estadounidenses ni las otras partes tienen interés en ampliar el conflicto”, opina Dastmalchian, ex embajador.