Unos pocos días después de asumir, el gobierno de Milei decidió devaluar el tipo de cambio oficial a $800 y desde ese día se siguió una devaluación de unos centavos por día, cuyo ritmo es un 2% mensual, y que el Banco Central se comprometió a respetar al menos por algunos meses. Esto implica un ritmo de devaluación muy por debajo de la inflación, de tal manera que el efecto es de una rápida apreciación en términos reales, puesto de forma simple, se encienden las alarmas de un atraso cambiario. ¿Es esto un potencial problema para el gobierno?
Como punto de partida hay que considerar que los $800 a los que se devaluó en diciembre consistía un tipo de cambio bastante alto en términos históricos, muy por encima del promedio de los últimos 20 años. Por lo tanto, desde un comienzo era esperable que la tendencia de Argentina fuera hacia una apreciación cambiaria si las cosas comenzaban a marchar mejor. No obstante, lejos están de haberse resuelto los problemas macroeconómicos de Argentina por más que la intención y el horizonte al que apunta la nueva administración sea, a grandes rasgos, congruente.
Un tipo de cambio oficial devaluándose al 2% contra una inflación mensual al ritmo del 20%, podría significar un ritmo de apreciación demasiado rápido, con su efecto negativo en cuanto a incentivos para exportadores y para el resto de partícipes de la economía.
Para cuantificar este efecto, obsérvese el siguiente gráfico. Si el BCRA mantiene el ritmo de devaluación que viene trayendo hasta ahora (2%), el tipo de cambio oficial debería cerrar enero en $825 aproximadamente, febrero en $842, marzo en $858 y abril en $875. Claramente eso implicaría un atraso del tipo de cambio respecto a la inflación, pero ¿de cuánto sería ese atraso? Por un lado, podemos suponer la inflación estimada por un conjunto de consultoras sintetizadas en el “REM” (Relevamiento de Expectativas de Mercado) publicado por el mismo BCRA. En diciembre, estas consultoras estimaban, en promedio, que febrero iba a cerrar con una inflación del 18%, marzo con 15% y abril con 12%. Esto quiere decir que, si se cumplen estas expectativas y se sigue devaluando al 2% mensual, el tipo de cambio para fines de marzo equivaldrá a unos $632 actuales, y el de abril a $575 de hoy.
Una inflación de dos dígitos para febrero, marzo y abril luce como un escenario poco probable, considerando la fuerte recesión que está atravesando el país, que al contraer la demanda debería jugar a favor de una baja en el ritmo de los precios. Si proyectamos una inflación de 15% para febrero, 10% para marzo y 7% para abril, como escenario optimista a comparación del REM, nos da que, de seguir la devaluación al 2% mensual, el tipo de cambio en marzo será equivalente a $680 de hoy y el de abril a $647. Naturalmente, cuanto más baja sea la inflación menos atraso sufriría el tipo de cambio.
Dicho esto, y dado que la inflación no es una variable que el gobierno pueda controlar directamente, cabe preguntarse qué puede pasar con el tipo de cambio oficial. La realidad es que el mercado le cree al gobierno lo del bajo ritmo de devaluación hasta fines de febrero, pero los futuros de dólar negociados en el mercado indican que se espera un salto devaluatorio (o una acelerada en el ritmo de devaluación diaria) para marzo y abril de entre un 10 y 15% mensual.
El problema del atraso en el tipo de cambio es sabido, los exportadores retrasan la liquidación a la espera de un mejor tipo de cambio, por otro lado, se incentiva las importaciones ya que querrán hacerlo al menor tipo de cambio posible, y desde de un punto de vista financiero aumenta la demanda de productos atados al dólar oficial. Se vuelve un arma de doble filo. Si lo que dice el gobierno es creíble, al exportador le conviene liquidar cuanto antes y al importador diferir sus importaciones, fue eso con lo que jugó el gobierno al inicio de su mandato, para intentar conseguir la mayor cantidad de dólares posibles en el corto plazo. El problema se presentará cuando las expectativas se tornen contrarias.
El gobierno podría aumentar ya el ritmo de devaluación, o pegar otro salto en el tipo de cambio, pero mientras sigan vigentes el resto de restricciones en el mercado cambiario es difícil que eso se traduzca en una baja de la brecha de forma sostenida, ya se tuvo la experiencia reciente. Es decir, si lo hace ya, puede afectar los precios sin tener una mejora real en el tipo de cambio. Lo más probable es que el cambio en la política cambiaria se dé, como espera el mercado, en marzo o abril, y considerando que parece estar encaminada la resolución de la deuda de importadores, que se contrajo la base monetaria y el stock de otros pasivos del BCRA, y que se espera además una cosecha récord, no es descabellado pensar que se abre una ventana de posibilidad para dar paso a la liberalización casi total del sistema cambiario. Resolviendo en simultáneo el atraso y la maraña de regulaciones existentes, justo en el momento de menor riesgo de corrida cambiaria. De todas formas, la Argentina actual nos obliga a ir paso a paso y no llegar a conclusiones apresuradas, todo dependerá de la evolución de las variables económicas y políticas.
Joaquín E. Aranguiz. Miembro del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas de la Fundación Libertad.
28/01/2024