Milei en Davos

El discurso de Milei ha generado revuelo, tanto positivo como negativo. Por qué hizo lo que hizo y qué puede esperarse en virtud de este discurso.

Por Garret Edwards – Director de Investigaciones Jurídicas de Fundación Libertad
@GarretEdwards

El Presidente Milei ha hecho una apuesta all in en su viaje a Davos en este mes de enero de 2024. El riesgo es grande y, por consiguiente, los frutos pueden ser enormes. Una audiencia acostumbrada a escuchar lo que quiere escuchar, y a que le digan lo que se supone se les debe decir, que se vio en partes sorprendida con un Milei dispuesto a romper esquemas. Es que en Davos, usualmente, los primeros mandatarios van bien peinados a buscar inversiones, practicando un discurso amigable y que resulte tranquilizador y atractivo para quienes tienen sus billeteras y sus chequeras listas. A su vez, con el paso del tiempo, la máscara -o careta- de Davos se ha ido cayendo y quedando más expuesta la realidad de lo que verdaderamente es: otro club de amigos. Bastante ideologizado, por cierto.

Es en este punto donde Milei tomó una decisión: decir lo que pensaba realmente o decir lo que pensaba que los otros querrían escuchar. Lo segundo, lo habitual, lo que suele hacerse, no le aseguraba un resultado victorioso. Sí, tendría el aplauso casi garantizado de la audiencia, satisfecha de escuchar lo esperable, pero nada confirmaría que las inversiones llegarían a la Argentina luego de ese discurso. Con un auditorio hostil, ante la oportunidad del mundo como testigo, Milei podía jugarse su ficha con el discurso liberal y de la Escuela Austríaca de Economía, dejando registrado en actas que el liberalismo y el libertarianismo a nivel mundial tienen un representante como presidente. Eso hizo, pues.

El auditorio apenas aplaudió, aunque escuchó con atención y trató de no perderse palabra del presidente argentino. A la par, su discurso sería el más reproducido de todo el evento, sobrepasando por lejos a todos los demás speakers del evento, y viralizándose rápidamente en redes sociales, principalmente en X (ex Twitter), donde su propio dueño, Elon Musk, compartiría un meme difícil de olvidar: un hombre manteniendo relaciones sexuales que prefiere, a la par de ello, ver el discurso de Milei. Discurso que hasta fue doblado por Inteligencia Artificial para replicar el tono, el acento y la voz de Milei en inglés, llegando así a una nueva audiencia. Felicitado por unos, vilipendiado por otros; el discurso no pasó desapercibido. Milei había logrado su objetivo. Pero… ¿cuál era su objetivo?

Ya explicaba Adam Smith que nunca podemos saber qué piensa realmente una persona, ni aunque nos diga qué está pensando porque esa es una expresión, una manifestación, no el proceso mental que realmente ocurre dentro de la persona. Nuestros pensamientos son nuestros y de nadie más. Los terceros no pueden saber realmente si lo que decimos se corresponde o no con lo que verdaderamente pensamos. Por tanto, cualquier lucubración sobre cuál era el objetivo final de Milei con este discurso es pura especulación de quien suscribe estas líneas. Milei hizo una apuesta, decidió ser fiel a sus ideas, exponerlas frente al mundo ante un auditorio que probablemente las desaprobaría, que históricamente las ha desaprobado, y dejar marcada su ideología a fuego: Milei es liberal y la Argentina ha decidido tomar ese camino; el enemigo es el socialismo y a éste hay que vencerlo con la fuerza del capitalismo, la competencia y el libre mercado. Es una apuesta grande en un concierto internacional que no siempre ha seguido esas ideas, mucho menos en los tiempos actuales. Es de riesgo porque Argentina tiene un 2024 muy complicado por delante. Sólo el tiempo permitirá conectar los puntos y ver si se obtiene el éxito. Si a Argentina le va bien, Milei habrá revalidado las ideas del liberalismo y este discurso será histórico. De alguna forma, ya lo es.

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