Las aerolíneas están a los codazos. A su modo, y con sus estilos refinados, los hombres y las mujeres más empinados del mundo aéreo defienden sus territorios, y sus pesos, como leones. Compañías, estatales o privadas, funcionarios y gremios mantienen duras peleas en tierra mientras los aviones vuelan. Aún no se llegó a un paro, y quizá por eso pasa desapercibida.
A la histórica puja entre Aerolíneas Argentinas y LAN se sumó un tercer actor de peso: Avianca. La llegada del gigante regional fue el que terminó por precipitar las cosas.
Todo tiene su origen, como hace más de 50 años, en el rol de Aerolíneas en el mercado local. La compañía no ha tenido en su horizonte cercano ganar dinero. Más aún, no se han preocupado ni siquiera por perder menos. La situación produce enormes distorsiones. Lo relataba el viernes un histórico empresario del sector. “Los gremios arreglan con Aerolíneas los sueldos. Luego eso se aplica a todas las empresas, sean grandes o chicas. Lo que sucede es que la única que tiene entre dos y tres millones diarios de subsidios es la estatal. Por lo tanto, todos sus costos condicionan a la competencia”, se queja.
Ese papel preponderante en la industria volvió a mostrarse por estos días cuando se conoció la negociación entre MacAir, la aerolínea de la familia Macri, y Avianca. Las alarmas se encendieron y no sólo en la estatal sino también en LAN, principal competidora de aerolínea de origen colombiano.
Los emisarios de Avianca saben que deben pagar el derecho de piso para ingresar al codiciado mercado argentino, uno de los pocos de la región con potencial para crecer. Aerolíneas dicta un paradigma desde hace años: o se llega sin molestar a la empresa o no se llega. Ofrecieron, entonces, hacer una empresa a medida de la estatal. Lo primero que prometieron es no traer aviones grandes, que compitan con los de Austral. Serán aeronaves turbohélice nuevas de 70 pasajeros. Con esa flota, reconocen, volarán alrededor de dos años, tiempo suficiente, deslizan en el Gobierno, como para que Aerolíneas esté algo más acostumbrada a la competencia. También hubo otra oferta: entregar mediante un leasing tres Airbus 340 de Avianca para reemplazar a los Airbus 340 de Aerolíneas, que, según cuentan en la empresa, son muy ineficientes.
Pero claro, surgió entonces la voz de LAN, que también está obsesionado con el mercado argentino, y resurgió una interna en el Gobierno.
Sucede que Gustavo Lopetegui, uno de los dos vicejefe de Gabinete llegó al cargo cuando renunció como CEO de LAN. Sea por obsesión o sospecha, la número uno Aerolíneas Argentinas, Isela Costantini, nunca se sintió cómoda con esa designación. Su posición fue escuchada por el presidente, Mauricio Macri, y el funcionario dejó de participar en las reuniones de transporte que involucren a la línea aérea estatal. En su reemplazo quedó Mario Quintana, el otro copiloto del Jefe de Gabinete, Marcos Peña. Pero se sabe, LAN tiene otros caminos como para que su posición llegue al Gobierno.
Por ahora, aquella idea de reemplazar los Airbus no sería tomada por la estatal. LAN se quedó algo más tranquilo. Sabe como pocos que la apuesta de Avianca en la Argentina le implicará esfuerzos.
Aerolíneas, por ahora, se debate entre un plan sustentable y las desconfianza de todos contra todos dentro de la empresa. Si bien no puede vetar a Avianca -sería el regreso de la política aerocomercial que llevó adelante La Cámpora-, quiere tener un tiempo prudencial como para reformular la compañía. Sólo para comparar, el Grupo Avianca tiene 302 aviones y transporta 37 millones de pasajeros por año; Aerolíneas con sus alrededor de 60, pelea por mantener ocho millones de asientos por año ocupados. Semejante desproporción, al menos, preocupa.
En las oficinas de LAN Airlines, la casa matriz de la aerolínea Argentina, la llegada de Avianca también pintó de rojo el tablero de comando. La empresa viene de una fusión con la brasileña TAM que se pensó con un Brasil en expansión y se formalizó con la economía y la política del vecino país en picada. Las pérdidas se anotan y una de las maneras más seductoras de revertirlo es la apuesta argentina. Durante los años de Lopetegui en LAN, la compañía vivió asfixiada por la política aerocomercial de La Cámpora que manejaba como títeres a todos los actores del sector. Desde Mariano Recalde y los suyos salían las órdenes que cumplían con mansedumbre todos, desde los otros entes estatales hasta el obediente Rafael Bielsa, ex político devenido en presidente de Aeropuertos Argentina 2000. Todos bailaron la música de los jóvenes camporistas. LAN jamás pudo expandir su operación y esperaba la salida del kirchnerismo para que la operación crezca. Pero un par de meses después de producido aquel hecho apareció Avianca.
La empresa de origen colombiana, cuya corporación reside en Brasil, ya entrevistó a 160 empleados que aún están en SOL, la línea aérea rosarina que acaba de dejar de volar. Se inicia ahora un proceso de pruebas de vuelo en la sede militar de Morón y los exámenes de inglés. Mientras tanto, los expedientes administrativos se completan a la espera que se abra una puerta que está cerrada desde 2005. Se trata de la audiencia pública para entregar rutas, un procedimiento que el kirchnerismo utilizó para no dejar entrar a nadie ni para permitir que una empresa crezca. Si bien el procedimiento establece que después de que una empresa lo solicite la audiencia se debe celebrar dentro de los 60 días, hay pedidos, ya casi en sepia, que esperan desde hace 10 años.
El ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, ha dicho a todos los actores que habrá un llamado en el corto plazo. Allí también se presentaría Pecific Ocean, una empresa de London Supply que quiere volar en la Patagonia basada en Ushuaia, donde el grupo opera la terminal aérea.
Avianca espera ansioso las novedades; quiere empezar a volar en septiembre como muy tarde.
A la pulseada empresaria, además, se suman los gremios. La colombiana llega con una enorme ambición. Ya le adelantó al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, que no va a firmar acuerdos con las agrupaciones existentes y que quiere formar un sindicato de empresa.
La pelea amenaza con convertirse con un duelo de gigantes, con los pasajeros en el medio. Algunos gremialistas ya empezaron a recordar aquellas épocas de duelo entre los pilotos de de Austral y los de Aerolíneas. Más de un pícaro rescató las anécdotas que cuentan que estacionaban los aviones de tal manera como para que el de la hermana menor no pueda salir.
Silenciosos codazos entre gremios, empresarios y funcionarios van y vienen estos días. Pasarán inadvertidos siempre y cuando los aviones no queden en tierra. Por ahora, vuelan.