Por Alicia Pintus – Filósofa y Educadora / @AliciaPintus 17/01/2024
El ARTÍCULO 550 del Proyecto de Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, enviada al Congreso de la Nación con fecha 27 de diciembre de 2023, propone la sustitución del artículo 109º de la Ley N° 26.206, de Educación Nacional, en su TÍTULO VIII referido a EDUCACIÓN A DISTANCIA, que en su texto vigente actualmente restringe la alternativa de estudios a distancia para menores, ya que sólo puede impartirse a mayores de edad, esto es a partir de los 18 años, con excepción para la modalidad rural y a decisión de las jurisdicciones que podrían aplicarlos para el Ciclo Orientado del Nivel Secundario.
En la letra del texto sustitutivo para dicho artículo habla de estudios a distancia híbridos. No menciona expresamente el homeschooling ni se evidencia que las familias puedan optar por la educación en el hogar, sin embargo, algunos han visto con preocupación que el espíritu de la modificación puede encubrir la intencionalidad de dejar expedito el camino para interpretaciones que habiliten esa alternativa.
“ARTÍCULO 109.- Los estudios a distancia híbridos como alternativa a la educación presencial a partir del segundo ciclo del nivel primario para menores de edad, jóvenes y adultos, podrán impartirse en las distintas modalidades educativas. ”
¿En qué consiste el homeschooling?
El homeschooling, del inglés home (hogar) y schooling (escolarización), puede traducirse como “educación en el hogar” y refiere a un enfoque en el que padres, tutores, guardianes o quienes ocupen esos roles en la familia como los principales responsables de los hijos, deciden educarlos en casa en vez de que concurran presencialmente a una escuela del sistema educativo formal durante las etapas de educación obligatoria. Puede adoptar diferentes estilos que dependen de los propósitos formativos de la familia en articulación con las regulaciones normativas, según habiliten a que los padres pueden diseñar planes de estudio personalizados más o menos estructurados o flexibles conforme a la concepción educativa y de aprendizaje a la que suscriban en concordancia con las necesidades de los hijos.
¿Por qué los padres elegirían la educación en el hogar en vez de la escuela presencial clásica?
Manifiestan razones de índole diversa: pedagógicas, ideológicas, religiosas, de protección y seguridad, emocionales, de necesidad familiar. Van desde la preocupación por la inseguridad del entorno escolar, hasta las creencias religiosas, pasando por el derecho de la libertad de educar a los hijos con una mayor adaptabilidad a las características y necesidades de los educandos. También hay quienes no están conformes con el sistema escolar y prefieren una educación a la medida de sus convicciones.
Haciendo un poco de historia o nada hay nuevo bajo el sol
Si bien parece una tendencia actual, la educación en el hogar no es novedosa.
Los Sistemas Educativos Formales y la Escuela tal como la conocemos hoy no existieron desde siempre, sino que son herederos de la Modernidad. Nacieron de esa metamorfosis de las monarquías a las democracias contemporáneas, cuando el pueblo dejó de ser súbdito y se convirtió en el nuevo soberano, y con ello la necesidad de educarlo para que fuera un ciudadano de pleno derecho.
Antes de la Modernidad, la educación se llevaba a cabo en el hogar o en pequeñas comunidades. Incluso hasta principios del siglo XX, aunque la adhesión a la educación en el hogar fue disminuyendo, muchas familias continuaron no enviando a sus hijos a las escuelas por motivos geográficos, religiosos y culturales.
Recién en la década de 1970 y en los EE.UU. reaparece la versión remozada de aquel homeschooling premoderno. En esta oportunidad inspirado en la defensa de creencias religiosas, en el descontento con el sistema educativo formal y en búsqueda de pedagogías alternativas más novedosas. Los padres comienzan a organizarse para reclamar por el derecho de educar a sus hijos según sus convicciones. Así se recepta esta inquietud y se abre una discusión que exige legislar para enmarcar y regularizar estas situaciones que se daban de hecho.
Un movimiento que trasciende fronteras
En la actualidad el planteo se extiende por todos los continentes. Es legal en EE.UU., Canadá, Australia, Nueva Zelandia, Portugal, Francia, Reino Unido, Irlanda, Bélgica, Dinamarca, entre otros. Está prohibido en Alemania y Suecia. Grecia lo prohíbe, admitiéndola excepcionalmente para sujetos con necesidades educativas especiales y con una estricta supervisión del estado. La legislación es variada según los países.
Por ejemplo, en EE.UU. es legal en todos los Estados, sin embargo, las regulaciones son diferentes. Van desde no requerir aviso alguno a una reglamentación altamente restrictiva pasando por legislación relativamente baja y moderada. En la reglamentación muy laxa, como Alaska, según el tipo de educación elegida, ni siquiera es necesario informar al Estado, pedir aprobación, examinar, completar formularios, siempre que se trate de los padres o tutores legales. Mientras que, en Massachusetts, donde la regulación es alta, hay obligación anual de presentar al distrito escolar un aviso formal de la intención de realizar homeschooling. El comité escolar evalúa la propuesta que debe contener plan de estudios, carga horaria, competencias de los padres o tutores, bibliografía, metodología, actividades, tipos de evaluación, entre otros puntos. Existe, además, un requerimiento de materias obligatorias que deben ser enseñadas en nivel apropiado a la edad de los destinatarios.
Desde 2010 en Suecia, la ley de Educación prohíbe el homeschooling, salvo circunstancias excepcionales, que deberán ser debidamente fundadas y autorizadas en forma individual, como casos de violencia escolar.
En España se reconoce constitucionalmente el derecho a la educación y la libertad de enseñanza, pero en la Ley de Educación, la obligatoriedad es equivalente a escolarización, por tanto, es una práctica no legalizada, aunque no está explícitamente prohibida.
A favor y en contra: territorio de controversias
Los defensores del homeschooling sostienen sus argumentos en la personalización de la educación a partir de la posibilidad de flexibilizar la organización de los contenidos, métodos, actividades, con un abanico más variado y rico de experiencias prácticas y contemplando ritmos de aprendizaje y horarios y generando una propuesta a la medida de las necesidades e intereses de los hijos. Consideran que el hogar es un entorno más controlado y seguro, que previene de situaciones disruptivas como distintos fenómenos de violencia y acoso escolar y bullying. Además, afirman que promueve el fortalecimiento de los lazos familiares. Las configuraciones familiares y las actividades profesionales de los adultos se esgrimen como un justificativo válido. Serían casos de familias que llevan una vida itinerante, o hijos que desarrollan actividades deportivas profesionales que les impiden estar en la misma residencia todo el ciclo escolar.
Las voces en contra alertan sobre los peligros: la falta de socialización, la ausencia de criterios académicos de calidad educativa, la no regulación ni supervisión de la enseñanza en el ambiente familiar, la carencia en la preparación para el mundo social y la limitación de perspectiva, ya que el hogar no alcanzaría a reflejar la complejidad de la realidad como lo puede hacer la escuela, con su heterogeneidad y el personal especializado y profesional.
También se cuestiona las condiciones o capacidades de la familia para asumir cabalmente el desafío. ¿Están los padres, o quienes oficien en la función, preparados para brindar educación formal a sus hijos? ¿Cuentan con las herramientas pedagógico – didácticas y la idoneidad para enseñar?
Se ponen en juego derechos de las familias a decidir la educación que quieren para sus hijos frente al Estado que pretende velar por los derechos de niños, niñas y adolescentes a recibir educación de calidad, diversa y plural, y a socializarse con sus pares. Es una interpelación a las regulaciones estatales en donde se dirimen libertades individuales y los límites de las esferas de la vida privada y pública.
¿Por qué hay fuertes oposiciones y objeciones a la educación en el hogar?
Algunas críticas al homeschooling encubren una consuetudinaria desconfianza a la capacidad de los individuos para hacerse cargo de su propia vida y un rechazo a las libertades individuales. Tal vez es que, aunque no se admita abiertamente, la Escuela cumple un ritual de iniciación similar al de las sociedades primitivas en el paso de la infancia a la adultez, sólo que para nuestra época dura mucho más tiempo. La institución escolar no deja de ser un ámbito de domesticación social progresivo, a través de los aparatos ideológicos del Estado, tal como ha sido señalado por las corrientes pedagógicas sociocríticas de orientación marxista. Denunciaban la violencia simbólica que se ejerce desde el poder hegemónico a través de la transmisión de un capital cultural académico que no siempre coincidía con el capital cultural básico de los estudiantes, lo que provocaba el fracaso escolar de quienes ingresaban al sistema desde una posición desfavorecida conforme el contexto familiar de origen.
El rechazo de estas opciones sin mediar un proceso de análisis y deliberación es una forma de fomentar el sostenimiento de un Estado paternalista y sobreprotector, aunque no cumpla satisfactoriamente las funciones básicas de seguridad, salud, educación, entre otros derechos, y con su ineficiencia espolee a los ciudadanos para buscar resolver sus necesidades por su propia cuenta.
Basta con preguntarse cuántas veces son las mismas escuelas las que piden a las familias que hagan homeschooling, cuando frente a los problemas de aprendizaje de los estudiantes prácticamente exigen que busquen soluciones por fuera de ellas, con tutores o profesores particulares, si los padres no están en condiciones de enseñarles en casa lo que deberían aprender dentro de las aulas. Durante la pandemia, con las restricciones para la presencialidad, no todas las instituciones respondieron de la misma manera a la Enseñanza Remota de Emergencia, y en muchos lugares fueron las familias quienes tuvieron que asumir completamente la educación en el hogar, sin estar preparados ni haberlo elegido.
Hemos naturalizado que cuando alguien quiere aprender algo valioso con una garantía de estándares de calidad tiene que hacerlo por fuera de la Escuela. Prístinos ejemplos son las competencias lingüísticas en un idioma extranjero, el desarrollo de un deporte, o alguna actividad de la rama del arte. Nada de eso parece poder aprenderse dentro de la escuela en niveles satisfactorios porque debe contemplar la heterogeneidad de intereses y disposiciones subjetivas en un equitativo movimiento homogeneizante.
Podemos preguntarnos: ¿Hasta dónde le gustaría intervenir el Estado en su afán de cuidado para que todos sean iguales? ¿Para homogeneizar podría llegar a la paradoja de impedir que nadie aprenda nada por fuera de la escuela?
Por ejemplo, si alguien es profesor de Matemática ¿se le prohibiría que les enseñe Matemática a sus hijos por fuera de la escuela? Recuerdo un docente de Contabilidad en la década de los ´70, de la planta docente de tradicional escuela secundaria de importante ciudad del interior de Argentina, que tenía alto porcentaje de estudiantes que desaprobaban su asignatura. Si tomaba conocimiento de que sus alumnos concurrían preventivamente a profesor o academia particular, se ensañaba y los perseguía aún más. Así que acudir a prepararse para evitar los aplazos se convertía casi en una misión secreta de espionaje.
Por otro lado, algunas críticas hablan de posibles “negocios” de plataformas virtuales que podrían ofrecer educación de mejor calidad compitiendo con las escuelas del sistema educativo formal. Si así lo hicieran, si brindaran una educación de mejor calidad ¿qué tan malo sería eso? Justamente, puede que los padres quieran que sus hijos aprendan cosas que sean realmente valiosas y significativas y no solamente que cumplan con un ritual para obtener una credencial.
Sin maniqueísmos ni dogmatismos. Es imperativo abordar una discusión que vaya a lo esencial del fenómeno educativo.
La falta de socialización con los pares y la discusión por las capacidades de los padres para hacerse cargo de la educación de los hijos es un tema de reflexión válido y serio. Pero, no caigamos en slogans ni falsas dicotomías: “la educación es un derecho, no un servicio”. Un derecho debe ser plenamente garantizado y la escuela tiene fisuras que no se pueden ocultar. No creamos que la educación escolar es por sí misma mejor que la educación hogareña. Reflexionemos acerca de que todos estos son síntomas de instituciones sociales que no dan satisfacción a los individuos, que buscan resolver por fuera, lo que no se realiza dentro.
En lo particular, si una persona me consultara por mi opinión profesional, no recomendaría enfáticamente que eligiera que sus hijos no concurran a la escuela tradicional. Entiendo que sigue siendo un modo de conocer a la sociedad en la que ese sujeto se insertará puertas afuera del hogar, que con sus todas sus virtudes y defectos es el ámbito donde desarrollamos aspectos de nuestra naturaleza social más allá de los límites de la pequeña comunidad que es la familia. Seguramente conjeturaría que es difícil generar dispositivos de socialización secundaria sin un espacio como la escuela, que tiene esa función. Pero, también, le advertiría que aquello que vale la pena ser aprendido en la vida, rara vez se enseña en las escuelas. Así que estimular y potenciar intereses en relación con habilidades, talentos y preferencias de los hijos es una responsabilidad indelegable de quienes cumplen la tarea parental y no se la confiaría a una institución que tiene mucho por aggiornarse para estar a la altura de lo que se requiere de ella.
La escuela tiene una tarea alfabetizadora que seguramente muchos padres no podrían realizar por su cuenta sin ayuda experta. Pero se ha comprobado que quien tiene el sostén de un contexto letrado que lo impulsa a aprender a leer en casa antes de llegar al aprestamiento escolar, rodeado de una nutrida biblioteca, muy parecida a la idea del Paraíso para los amantes de la lectura, es muy altamente probable que se convierta en un lector serial que no abandone nunca el buen hábito que nos abre infinitas posibilidades de interpretación y comprensión del mundo.
Me pregunto si las críticas negativas provienen de un genuino interés por la calidad educativa para los estudiantes o de sesgados intereses sectoriales donde se teme perder espacios de poder manteniendo la inercia de aquello que demanda la necesidad de cambios.