Por medio de imágenes satelitales, alertan sobre este fenómeno irreversible, su vínculo con el uso agrícola y buscan cómo prevenirlo.
Las cárcavas constituyen una forma irreversible de degradación de los suelos, y su frecuencia en los lotes agrícolas es cada vez mayor. ¿Cuán grave es este proceso? Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) utilizó imágenes satelitales para identificar y cuantificar este tipo de erosión hídrica en la Pampa Ondulada bonaerense, la región con mayor historia de uso agrícola del país. El trabajo encontró más de 1 km de cárcavas por km2 de campo productivo. Desarrollan una metodología de alta eficiencia para detectarlas desde el espacio y plantean la necesidad urgente de medidas de prevención.
“Las cárcavas son como grandes zanjones que se generan por pérdida de suelo; pueden medir kilómetros de largo y tener bastantes metros de ancho y profundidad. Son producto de la erosión hídrica; es decir, por efecto del agua, que al correr por la superficie se lleva el suelo. Es importante atenderlas porque son irreversibles y se están haciendo más severas. Con ellas se pierde suelo, superficie agropecuaria y se puede generar contaminación de cursos de agua”, explicó Lucía Worcel, docente de Manejo y Conservación de Suelos en la FAUBA.
“Trabajamos en la Pampa Ondulada, la región con la más larga historia de uso agrícola del país. Cuenta con pendientes suaves y suelos muy limosos, una textura que los vuelve frágiles a ciertos manejos agronómicos. Durante muchas décadas se realizaron laboreos convencionales, lo cual generó una situación propicia para la erosión hídrica. En esta zona vemos cómo las cárcavas avanzan y ganan cada vez más terreno”, contó Lucía.
En este sentido, destacó que quiso definir cuán grave es la situación de la erosión en cárcavas en la Pampa Ondulada. Para ello, utilizó fotografías aéreas, imágenes satelitales y relevamientos a campo. Específicamente, se enfocó en la cuenca del arroyo El Tala. “Analizamos dos sectores de 90 km2 bien contrastantes por sus pendientes, topografía e historia de uso. En cada uno identificamos entre 200 y 400 cárcavas”, resaltó Worcel.
¿Son muchas o pocas? Para conocerlo, la docente utilizó un indicador que se usa a nivel mundial: la densidad de cárcavas; es decir, cuántos km de cárcavas hay por km2 de superficie. “En los dos sectores hay una densidad de cárcavas extremadamente alta. Encontramos más de 1 km de cárcavas por km2 de campo, y detectamos que el proceso está avanzando”, advirtió a partir de un artículo publicado en la Revista Científica Agropecuaria de la Universidad Nacional de Entre Ríos.
Perspectivas desde el cielo
Worcel indicó que en las imágenes satelitales, una cárcava se ve como un arroyo, pero que contrasta con el paisaje productivo. “Un río o un arroyo se ven mucho más integrados a la estructura del paisaje. En cambio, las cárcavas irrumpen en el paisaje, lo fragmentan siguiendo las pendientes hacia arriba, en caminos complejos que se van conectando como en una red”.
Junto con Sebastián Vangeli, Alejandro Maggi y Celio Chagas, docentes de la misma cátedra que Lucía, generaron una metodología efectiva para identificar cárcavas tanto en la Pampa Ondulada como en otras regiones. Al basarse en herramientas satelitales, no sería necesario recorrer en persona los campos. “Primero identificamos las cárcavas en las imágenes y luego fuimos al campo para corroborar si, en efecto, lo eran. Tuvimos una eficiencia del 85%. Durante esas jornadas, los productores nos mencionaron que ‘el campo está todo cortado’”.
Profundizar la prevención
“Un campo fragmentado dificulta el paso de las maquinarias y el resto de las actividades en los establecimientos”, afirmó Worcel. “Esto implica que se deben cambiar los manejos, porque si bien —como dije antes— es un proceso irreversible, se puede prevenir. Para ello es necesario determinar en profundidad cuáles son los factores que las desencadenan y dónde es posible que se desarrollen, a fin de saber dónde tomar medidas”.
“En la Pampa Ondulada, las cárcavas tienen que ver con una situación de baja cobertura y de encostramiento de los suelos que genera que el agua no infiltre, escurra y se concentre en determinadas zonas donde genera surcos. Entonces, principalmente se debe mejorar la infiltración y la cobertura vegetal, repensar la intensidad del uso agrícola y definir las zonas donde no se puede hacer agricultura”, agregó.
Al disponer de fotografías aéreas de la década del sesenta e imágenes satelitales desde los ochenta hasta la actualidad, Worcel y el equipo de trabajo detectaron un proceso muy rápido de transformación del uso del suelo en la Pampa Ondulada, de pastizales naturales a la ganadería y a la agricultura. Para cerrar, reflexionó: “Hay que repensar la intensidad de uso que se le dio a la Pampa Ondulada y aprender de lo que muestran los signos de degradación que aparecieron en sus suelos”.
Fuente: FAUBA