Esta ventaja comparativa sumada a la posibilidad de diversificar los sistemas de producción tradicionales de la región pampeana está haciendo trascender las típicas fronteras mendocinas el almendro hacia nuevos horizontes. Un claro ejemplo es el de Diego Irastoza y su familia.
Una familia innovadora que pasó del trigo a la almendra
Diego Irastorza es productor y hace varios años trabaja en producción agrícola junto a sus dos hermanos y su papá Javier, productor AAPRESID. El campo se encuentra entre Bahía Blanca y Coronel Dorrego en la provincia de Buenos Aires.
Los cuatro llevan adelante la empresa familiar, que inicialmente se dedicaba pura y exclusivamente a los cultivos anuales extensivos, como trigo, cebada y luego maíz bajo siembra directa. Pero hace poco menos de diez años comenzaron a incursionar en una actividad totalmente diferente a la que venían haciendo: los almendros.
¿Por qué almendro?
Diego Irastorza explica que comenzaron despacio, guiándose de un productor vecino y amigo de la familia que se inició años antes. Luego de investigar bastante lograron en 2015, implantar las primeras 5 hectáreas de su establecimiento con ejemplares de almendros adquiridos en Mendoza (principal zona productora del país). Hoy ya cuentan con 20 hectáreas destinadas a esta producción.
Cuando reflexionan sobre el por qué sembrar almendros dicen: “las producciones alternativas de este tipo hacen que aumente el valor agregado de las tierras. Nosotros estamos abriendo camino, somos pioneros en esta producción. Nuestra apuesta es seguir el modelo europeo, haciendo un poquito de cada producción justamente con la finalidad de diversificar”.
¿Qué se necesita para incursionar en este tipo de producción?
Las condiciones ambientales son el principal punto a tener en cuenta. El almendro es muy susceptible al anegamiento por lo que requiere suelos sueltos. En el establecimiento de la familia Irastorza, en el sur bonaerense, los suelos son franco arenosos por lo que fue un punto a favor.
Otro factor importante son las heladas tardías ya que pueden perjudicar el cuajado de flores, afectando de manera negativa el posterior desarrollo y rendimiento de los frutos. “Para evitar esto, los almendros deben estar implantados cercanos a la costa.
Cuanto más cercanos al mar se encuentran, menos probabilidad de sufrir daños por heladas”, explica Diego. Otro tema, son las lluvias. Como hay períodos del año que son críticos para el cultivo y no pueden prescindir de agua es recomendable contar con un sistema de riego, por lo que la familia optó por instalar uno por goteo.
Ayudando a abastecer el mercado interno: producción, cosecha y comercialización
Al tercer año de ser implantado el almendro comienza a producir, pero es entre el cuarto y quinto año que se logra una producción comercial. Sobre este punto, Diego Irastorza señala que el pico de producción debería darse al séptimo año.
Una vez cosechada, la almendra es enviada a la provincia de Mendoza para ser pelada y posteriormente comercializada en el mercado interno. Los Irastorza hoy recolectan entre 600 y 700 kg de frutos por hectárea por cosecha, pero dicen entusiasmados que van por los 1000 kg por hectárea. (Aapresid)