No se acepta efectivo

Los feligreses pagan el diezmo por mensaje de texto; los puestos de venta callejera de los sin techo tienen posnet con tecnología móvil, y ni siquiera el museo de ABBA, santuario de la banda de los 70 que compuso el tema “Money, Money, Money”, acepta billetes, por considerarlos muy del siglo pasado. Pocos lugares del mundo avanzan hacia un futuro sin dinero en efectivo con mayor velocidad que Suecia, que se ha vuelto adicta a la practicidad de pagar con tarjeta o apps.

Este país de avanzada tecnológica, hogar del servicio de streaming Spotify y de los creadores del juego Candy Crush, fue seducido por innovaciones que facilitan al máximo los pagos digitales. Se trata, sobre todo, de una cuestión de orden práctico, ya que muchos de los bancos suecos ya no aceptan ni entregan dinero en efectivo.

“No nos queremos quedar en el pasado, aceptando un dinero en efectivo que ya está de salida”, dice en el ABBA Museum Bjorn Ulvaeus, ex integrante de la banda y responsable de haber convertido su legado en un imparable emporio comercial.

Pero no todos festejan. La afición de los suecos por los pagos electrónicos ha generado alarma en las asociaciones de consumidores y otras voces críticas, que advierten sobre los riesgos para la privacidad y sobre la creciente vulnerabilidad ante un cibercrimen cada vez más sofisticado. El año pasado, la cantidad de casos de fraude electrónico se disparó a 140.000, más del doble que hace una década, según el Ministerio de Justicia de Suecia.

Los críticos también señalan que los ancianos y los refugiados, frecuentes usuarios de dinero en efectivo, pueden terminar marginados. Y que los jóvenes que usan la aplicación de su teléfono para comprar de todo o pedir un crédito corren el riesgo de endeudarse.

“Estará de moda y todo lo que uno quiera, pero cuando una sociedad deja de manejarse con dinero en efectivo surgen riesgos de todo tipo”, dice Bjorn Eriksson, ex jefe de la policía sueca y ex presidente de la Interpol. Pero Eriksson defiende este proceso, y dice que la principal razón por la que los países deberían dejar de manejarse con dinero es la seguridad personal. Eriksson decidió moverse exclusivamente con tarjeta de crédito y pagos electrónicos hace un par de años, después de que el departamento de su hijo fue desvalijado dos veces.

“La sensación de inseguridad fue tan grande que me hizo preguntarme qué pasaría si viviéramos en una sociedad sin efectivo, donde los ladrones no pudiesen reducir las cosas robadas”, planteó.

Actualmente, los billetes y las monedas representan apenas un 2% de la economía total de Suecia, frente al 7,7% en Estados Unidos y el 10% en la eurozona. Este año, sólo alrededor de un 20% de todos los pagos de consumidores suecos se realizó en efectivo, frente a un promedio del 75% en el resto del mundo, según la agencia Euromonitor International.

En Suecia, las tarjetas de crédito siguen a la cabeza: cerca de 2400 millones de dólares en transacciones con tarjeta de crédito o débito en 2013, frente a los 213 millones de 15 años antes. Pero hasta el plástico tiene competencia, ya que cada vez son más los suecos que pagan sus compras y cuentas cotidianas a través de aplicaciones móviles.

En más de la mitad de las sucursales de los principales bancos del país, incluidos el SEB, Swedbank, Nordea Bank y otros, ya no hay efectivo disponible ni se aceptan depósitos en dinero contante. Dicen haber reducido muchos sus gastos en seguridad, ya que no hay motivos para asaltar las sucursales.

El año pasado, en las bóvedas de los bancos suecos había 3600 millones de coronas suecas en billetes y monedas, menos de la mitad de los 8700 millones que había en 2010, según el Banco de Pagos Internacionales. Los cajeros automáticos que expenden billetes, y que son controlados por un consorcio de bancos suecos, están siendo desmantelados en masa, sobre todo en las zonas rurales.

Eriksson, que actualmente dirige la Asociación de Empresas de Seguridad Privada de Suecia, un grupo de presión de las compañías que garantizan la seguridad de las transacciones de dinero, acusa a los bancos y a las tarjetas de crédito “de hacer que el efectivo se encarezca tanto que terminará saliendo del mercado”, como una manera de incentivar las compras con plástico y los pagos electrónicos, por los que bancos y tarjetas cobran gastos de comisión.

“No deberían poder decidirlo unilateralmente -dice Eriksson-. ¿Realmente tienen derecho a usar su poder en el mercado para convertir a Suecia en una sociedad sin efectivo?”

El actual gobierno no ha hecho nada por frenar la oleada. Muy por el contrario, aprovecha para recolectar más impuestos, ya que las transacciones electrónicas dejan un rastro. En países como Italia y Grecia, que se siguen manejando masivamente en efectivo, la evasión impositiva parece un problema sin solución.

Leif Trogen, un dirigente de la Asociación de Bancos de Suecia, reconoció que los bancos estaban embolsando enormes comisiones por esta revolución del pago electrónico. Pero Trogen dice que como a los bancos y las empresas les sale caro manejarse en efectivo, reducir su uso y circulación es razonable desde el punto de vista financiero.

Por cierto que el efectivo no ha muerto. La banca central sueca, el Riksbank, predice su rápido declive, pero asegura que dentro de 20 años seguirá en circulación. De hecho, el Riksbank acaba de emitir monedas y billetes con un nuevo diseño. Pero cada día son más los consumidores que ya no llevan dinero encima.

En la Universidad de Gotemburgo, los estudiantes aseguran moverse exclusivamente con tarjeta y pagos electrónicos. “Nadie usa efectivo -dice Hannah Ek, de 23 años-. Creo que nuestra generación no lo necesita.”

La desventaja, reconoce Ek, es la facilidad con que se gasta sin pensar. “Es cierto que gasto más. Si tuviera que cambiar un billete de 500 coronas [unos 60 dólares], seguramente lo pensaría mejor.”

La tendencia se ha extendido a los rincones más improbables de la economía sueca. Stefan Wikberg, de 65 años, fue un sin techo durante cuatro años, tras perder su trabajo como técnico en sistemas. Ahora tiene lugar donde vivir, vende revistas de la organización benéfica Situation Stockholm, y cuando vio que ya nadie llevaba dinero encima, empezó a usar un posnet móvil para acepar pagos con tarjeta.

“Ahora no tienen excusa -dice Wikberg, que lleva un cartel donde dice que acepta Visa, MasterCard y American Express-. Cuando me dicen que no tienen cambio, les digo que pueden pagar con tarjeta o hasta por SMS.” Desde que incorporó estos medios de pago, hace dos años, sus ventas crecieron en un 30%.

En Filadelfiakyrkan, una iglesia de Estocolmo, son tantos los fieles que ya no llevan dinero encima que tuvieron que adaptarse, según confiesa el pastor Soren Eskilsson. Hace unos domingos, durante el servicio religioso, proyectaron el número de cuenta bancaria de la iglesia en una pantalla gigante. Los feligreses sacaron sus celulares y pagaron el diezmo a través de una app llamada Swish, un sistema de pagos implementado por los principales bancos que rápidamente se está convirtiendo en un rival de temer para las tarjetas.

 

 

 

 

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