Bioestimulantes: herramientas clave para atenuar el impacto ambiental negativo sobre los cultivos

Estamos arrancando la campaña 2022/23 y por tercera vez consecutiva La Niña dice presente trayendo con ella altas probabilidades de que ocurran eventos no favorables para nuestros cultivos.

Hay dos tipos de estrés que sufren las plantas: el biótico, que es el que ocasionan las plagas, malezas y enfermedades; y el abiótico, que es el que producen los factores ambientales negativos, como las altas o muy bajas temperaturas, déficit o exceso hídrico, radiación UV, fitotoxicidad, etc.

Esto es precisamente lo que está ocurriendo en la campaña 2022/23: la sequía, las heladas tardías y las últimas olas de calor configuran un escenario altamente estresante para los cultivos.

Según diversos estudios, no es un tema menor: a causa del impacto de estos factores abióticos se puede llegar a perder hasta un 60% del rendimiento potencial, en cultivos extensivos.

“Cuando las plantas se enfrentan a situaciones ambientales adversas, las cuales son más comunes de lo que creemos, responden regulando distintos procesos como el cierre estomático, la detención del crecimiento, la abscisión de hojas, el aborto floral, entre otros, con el único objetivo de sobrevivir y poder seguir con su normal crecimiento”, explica Jonathan Grippa, Asesor Técnico Regional de Stoller Argentina.

Y agrega que estos procesos de regulación no resultan “gratis” para las plantas, ya que reasignan recursos y energía que antes estaban destinados a la producción de biomasa y de granos, para enfocarse en enfrentar el estrés.

Un regulador de estrés

En este contexto, lo importante a tener en cuenta es que no es necesario resignarse: hay soluciones tecnológicas, a base de macro y micronutrientes, que permiten prevenir o atenuar el impacto ambiental adverso sobre el desarrollo y rendimiento final de los cultivos.

En el caso de Stoller, Grippa mencionó Bio Forge Advance, un fertilizante líquido de aplicación foliar, que tiene una combinación exclusiva de nitrógeno (3%), potasio soluble (1%), cobalto (1%), molibdeno (1%), y un regulador del crecimiento específico, convirtiéndolo así en un producto especialmente formulado y desarrollado para potenciar el desarrollo de las plantas frente a distintas condiciones de estrés ambiental.

Según Grippa, cada uno de los nutrientes que componen a Bio Forge Advance, tienen la función de regular mecanismos específicos asociados a distintas respuestas de las plantas frente a condiciones de estrés ambiental.

“El aporte de cobalto a las plantas potencia el proceso natural de regulación de los niveles endógenos de etileno (hormona gaseosa que aumenta considerablemente sus niveles dentro de la planta cuando esta se somete a distintas situaciones de estrés ambiental y es la señal para detener el crecimiento) evitando así que se produzcan los síntomas típicos del estrés y el cese del crecimiento”, señala el asesor.

Por su parte, el molibdeno mejora la eficiencia de uso del nitrógeno, un nutriente clave en cultivos de verano y altamente demandantes como soja y maíz.

En este marco, la nueva formulación de Bio Forge Advance aporta una mayor concentración de un regulador de crecimiento específico, permitiendo a la planta una reducción más rápida de la concentración interna de las ROS (especies reactivas de oxígeno -radicales libres-), evitando así la oxidación y la consecuente muerte celular.

“En síntesis, regulando todos estos procesos, con la aplicación foliar de Bio Forge Advance logramos atenuar los efectos de los tipos de estrés ambiental más frecuentes en nuestros cultivos de veranos, entre los que podemos mencionar, granizo, estrés térmico por altas temperaturas, estrés hídrico temporal y fitotoxicidad, entre otros”, resume Grippa.

Recomendaciones de aplicación

Un aspecto importante a tener en cuenta es que Bio Forge Advance es altamente compatible con soluciones fitosanitarias de uso frecuente en la agricultura, por lo que es posible hacer una aplicación en mezcla.

En cuanto a la dosis recomendada, se ubica de 0,5 a 0,75 litros por hectárea, dependiendo del tipo de estrés que tenga el cultivo.

En referencia al momento, se puede aplicar en cualquier estadio del cultivo en el que un factor abiótico genere estrés y empiece a limitar su normal desarrollo.

“En un tercer año Niña como el que estamos transitando, con una siembra que se viene realizando con bajos niveles de humedad en suelo y lluvias que se prevén escasas, es clave aplicar el conocimiento basado en el manejo y apoyarse en el uso de tecnologías como ésta desarrollada por Stoller, que permite disminuir el impacto de las condiciones estresantes y maximizar la producción de los cultivos”, concluye Grippa.

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