Año Niña y maíz tardío: los aprendizajes para asegurar el rendimiento

Fernando Guerra, coordinador de Agroservice Región Norte de KWS, detalla los aspectos clave para diseñar una siembra en año niña. Todos los consejos integrarán la campaña de la compañía “Maíz Tardío 2022”.

Es un momento decisivo para el maíz: la siembra tardía es la última oportunidad del cereal esta campaña. La aguda sequía que está afectando a todas las zonas maiceras del país para implantar en fechas tempranas, está instando a muchos productores y asesores a confiar en los resultados productivos que entregue el cultivo tardío.

De esta forma, todos deberán reajustar conceptos y planificación porque, en definitiva, la incertidumbre técnica es común y surge como consecuencia del desarrollo del tercer ciclo de “La Niña”. Entonces, solo resta tomar la decisión más ajustada. Bajo este contexto, KWS lanzó la campaña “Maíz Tardío 2022” con las mejores recomendaciones.

El primer dato que aportan desde el área de Agroservice es que, según los modelos climáticos, “La Niña” se mantendrá esta campaña y, por diferentes cuestiones atmosféricas, habrá baja probabilidad de alcanzar valores normales de precipitación durante la primavera. En definitiva, el maíz tardío crecerá y se desarrollará, prácticamente, con las precipitaciones del verano.

Fernando Guerra es asesor técnico y coordinador de Agroservice Región Norte de KWS y reconoce que, “lo excepcional del año pasado -por la severa seca- es lo común este ciclo”.

Al respecto, admite que, para su zona de influencia, las recargas más importantes para las siembras tardías suceden en diciembre, aunque desde el mes de octubre ya empieza una paulatina recomposición general de los perfiles. El otoño-invierno, por su parte, fue extremadamente deficitario.

El técnico sostiene que las siembras tardías corren con la ventaja de partida, que también está presente en el período crítico, que son fechas en las que hay balances hídricos positivos en esos instantes.

De esta forma, con bajos índices de estrés iniciales, así como en el momento de definición del rendimiento (aproximadamente, febrero), se puede pensar en una evasión del “efecto Niña” de la campaña.

Por otra parte, indica y caracteriza que los agricultores deben definir qué nivel de resguardo pretenden para su planteo tardío, según el tipo de ambiente, la densidad de siembra y el genotipo: muy defensivo, medianamente defensivo o de potencial.

Respecto al ambiente, dice que se debe considerar que los ambientes para el maíz tardío (con más agua y temperatura) determinan mayores índices de área foliar (plantas más grandes) que competirán por niveles decrecientes de radiación con el avance del ciclo.

De esta forma, según Guerra, en los tardíos hay que bajar la densidad para reducir la competencia temprana entre plantas e ir planteando una reducción progresiva de la densidad en la medida de que se parta de un ambiente más restringido. Esta baja en la densidad también debe planificarse si, por una decisión empresaria, se plantea una baja en los niveles de fertilización.

Entonces, “hay que considerar que el manejo de la densidad de siembra depende del tipo de ambiente y no de la fecha, por un lado, y debe ser equilibrado, por otro, ya que se si revierte la falta de lluvias, el cultivo debe reaccionar aumentando el potencial ante las nuevas condiciones”, explica.

En referencia a la nutrición, es muy importante considerar que, si se plantea que el ambiente para el tardío será de recuperación hídrica o de buena oferta de agua hacia febrero, habrá que diseñar una estrategia de nutrición ajustada para conseguir un mayor rendimiento.

Genética

El otro apartado a considerar sobre el que puntualizó el asesor es la genética, en la cual lo aconsejable son los híbridos de menor cantidad de días a madurez relativa que eviten mucha entrada de días en el otoño y un posible corte del llenado de granos, como sucedió el ciclo pasado con las heladas tempranas.

Comentarios