Los proyectos de extensión de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) son instrumentos con los que la Universidad contribuye a su función social. El Sistema Participativo de Garantías (SPG) es un proyecto de extensión de la FAUBA iniciado en 2017 que acompaña a familias horticultoras del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) en su transición hacia una producción agroecológica. Mediante indicadores que abarcan dimensiones económicas, sociales, ambientales y de género, el SPG garantiza procesos de producción amigables con el ambiente, cuyos productos son luego comercializados en la Feria del Productor al Consumidor de la Facultad.
“El Sistema Participativo de Garantías brinda al consumidor información que no suele estar disponible en los comercios”, señaló Guillermo Fusaro, coordinador del proyecto. “La garantía visibiliza cuestiones que a veces se consideran periféricas, pero que creemos fundamental abordar porque hacen al producto final; también son esenciales para traccionar políticas públicas que fortalezcan al sector. Así buscamos generar alimentos de mejor calidad cuya producción sea sustentable en el tiempo”.
Mucho más que una garantía
Según Fusaro, el Sistema no garantiza productos, sino procesos que se enmarcan en la agroecología. “Los indicadores que usamos para medir los procesos evalúan aspectos productivos, económicos y sociales. Así pudimos analizar desde los vínculos con el ambiente hasta las dinámicas de las interacciones de género dentro de las organizaciones”.
La agroecología, explicó Guillermo, busca transformar el modelo productivo a partir de un abordaje holístico. “Es a la vez un movimiento, una ciencia y una práctica. Es un movimiento porque las organizaciones la toman como bandera para generar políticas que mejoren la calidad de vida de las familias productoras. Es una ciencia porque tiene bases científicas y una gran construcción de conocimiento que la respalda. Y, finalmente, es un conjunto de prácticas de manejo que hacen que pueda ser sostenible”.
El SPG integra una variedad de actores que incluye desde familias y organizaciones de productores hasta instituciones del sector público y el privado. “Trabajamos con cinco grupos de productores, de los que algunos son familias independientes —los emprendimientos Hola Sabor, Agroecológicos MG y Campo Grande— y otros son organizaciones, como el Movimiento Nacional Campesino Indígena y la Asociación de Productores Hortícolas de la 1610. Todos estos participan de la Feria del Productor al Consumidor de la FAUBA”, indicó Guillermo.
Además de la FAUBA, el Sistema también integra otros actores, como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), grupos de consumidores, algunos ministerios y municipios e intermediarios solidarios, según mencionó Guillermo. “A lo largo de cinco años de trabajo, conformamos una red que en la pandemia se convirtió en un espacio de contención en el que los productores canalizaban sus demandas y consultas, y todos en conjunto iban generando respuestas a las necesidades”.
Hacia otro modelo de producción
Fusaro comentó que el proyecto tuvo dos etapas. “La primera fue antes de la pandemia, cuando viajamos a los territorios a interactuar con productores y construir lazos de confianza para que se apropiaran del Sistema como una herramienta de transformación, visibilización y puja política. Hubo mucha participación de docentes y estudiantes, y se hicieron grandes esfuerzos para construir confianza, una de las bases principales del Sistema”.
Para el docente, en la segunda etapa —tras la pandemia—, es necesario poner en valor todo lo que se había construido. “Estamos logrando que la garantía sea participativa y cada vez más robusta, en el sentido de que ya hay cruces entre productores que comparten experiencias y garantizan los procesos de las y los compañeros. Hoy en día, otorgamos garantías cada seis meses y conformamos una red sólida en la cual la FAUBA actúa como facilitadora de procesos”.
Proyectos como el SPG permiten construir modelos de producción alternativos y mejorar la calidad de vida de comunidades que enfrentan desafíos sociales y ambientales. “Observamos problemáticas transversales a todo el cinturón hortícola del AMBA, relacionadas con la tenencia de la tierra y el alto costo de los insumos en dólares, lo cual limita la producción y la soberanía sobre las semillas y los plantines”, destacó Fusaro.
Y añadió que también hay una presión inmobiliaria fuerte sobre estos sectores, que enfrentan costos muy altos por el arrendamiento de la tierra, que es un acuerdo de alquiler. Fusaro señaló que los terrenos se alquilan por espacios cortos de tiempo, pero cuando se alquilan por periodos largos se trabaja mucho para mejorarlos y al finalizar el contrato ese esfuerzo se pierde. “Tenemos casos en los que productores trabajan durante años para recuperar suelos improductivos, pero la presión inmobiliaria los termina desplazando hacia terrenos donde otra vez tienen que invertir tiempo y dinero en recuperar suelos. En el proyecto tratamos de visibilizar estas cuestiones, que deben ser abordadas a nivel político”.
Fusaro destacó que, tras 2 años de pandemia, se están retomando los viajes a terreno. “Estamos volviendo a la presencialidad y nos estamos organizando con estudiantes y docentes para seguir profundizando los vínculos con los productores, porque la garantía se basa en la confianza y la participación. Además, volvió la Feria del Productor al Consumidor, que es un espacio de encuentro y un sustento importante para las familias”.
“El principal objetivo planteado para el 2022 desde la Facultad es recuperar el vínculo con estudiantes. Como FAUBA nos propusimos seguir formando profesionales en el territorio con una perspectiva distinta, que incorporen la mirada agroecológica para transformar un modelo que hoy por hoy se encuentra en decadencia”, concluyó el coordinador del SPG.
Fuente: Fauba