Un estudio llevado a cabo por Amy Austin, profesora de la cátedra de Ecología de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y ganadora del Premio Nacional de L’Oréal-UNESCO 2015 “Por las Mujeres en la Ciencia” (ver recuadro), reveló un sorprendente efecto colateral de las plantaciones de pino ponderosa en la Patagonia. Después de casi 35 años, las áreas forestadas carecen de hormigas. En medio del actual debate acerca de cuán conveniente es seguir forestando esa región, la investigadora advierte sobre los impactos ambientales impensados al tomar decisiones sin una base científica sólida.
“Mucha gente esta proponiendo plantaciones de árboles para secuestrar carbono y mitigar el impacto humano sobre la concentración de CO2 en la atmósfera, pero no tenemos mucha idea de cómo estamos afectando los ecosistemas. Por ejemplo, vimos que al forestar con pinos, las hormigas desaparecen de esos terrenos. Ahora estamos tratando de entender es cuáles son las consecuencias de estos cambios tan radicales sobre la biodiversidad del suelo”, comentó Austin.
Un futuro con signo de pregunta
“Otro aspecto que estamos estudiando es la efectividad de las forestaciones —le contó Austin a Sobre La Tierra—. Si el objetivo principal de implantar un bosque es secuestrar carbono, a mi criterio no es una buena opción. Es cierto que la cantidad de C en el ecosistema aumenta, pero pienso que no está bien almacenado ya que se encuentra en los troncos y en el material muerto sobre el suelo. Ese C es vulnerable a los disturbios. Un incendio, por ejemplo, haría que las forestaciones de dejaran de secuestrar carbono, devolviendo a la atmósfera grandes cantidades de CO2, un gas con efecto invernadero.”
Las forestaciones en Patagonia comenzaron en la década del setenta gracias a incentivos impositivos del Estado Nacional, que buscaba aumentar la producción de celulosa y papel. Hoy en día, la superficie forestada en Patagonia es de casi 70000 hectáreas. En su mayoría se implantaron especies exóticas, para lo cual se removió el bosque nativo y, en particular, el bosque mixto de coihue y ciprés.
Actualmente, estas plantaciones estarían acercándose al momento de ser taladas. Al respecto, Amy nos comentó sus preocupaciones: “¿Qué va a pasar cuando corten estos árboles? ¿Será posible devolver estos ecosistemas tan modificados a su estado original? Por ahora no tenemos respuestas, pero estamos trabajando en ello. En general, se piensa que plantar árboles es algo positivo porque ayuda a reducir la concentración de CO2 en la atmósfera. Sin embargo, hay que tener en cuenta que al hacerlo se modifican muchos aspectos del ecosistema y aparecen efectos colaterales que por distintas razones suelen ser ignorados.”
Cambios invisibles, pero de alto impacto
Amy, quien también es investigadora principal del CONICET, trabaja en la Patagonia desde hace 15 años. Además de bellos paisajes, allí encontró oportunidades científicas únicas, y así se lo contó a SLT: “La cordillera genera una amplia variedad de climas en distancias relativamente cortas, desde bosques húmedos hasta estepas áridas. Es como un laboratorio natural en el que muchos ecosistemas no han sufrido el impacto humano, pero otros sí. Desde hace un tiempo, mi interés está centrado en estos últimos, en estudiar los cambios que la actividad humana les está causando a lo largo de ese abanico de climas. En particular, me interesan los efectos de las forestaciones con pino ponderosa, una especie exótica”.
Sobre la base de sus conocimientos de ecología, Amy aporta su visión del problema: “En general, se piensa que desmontar un bosque nativo es perjudicial para los ecosistemas, y esa idea es correcta. Se podría cuestionar cuán importante es que falten las hormigas en esas tierras, pero, como científica, sé que cambios como ese podrían tener consecuencias sobre el ambiente. Al modificar los ecosistemas naturales se producen alteraciones a niveles imperceptibles (y no necesariamente en el sentido de los objetivos que llevan a implantar un bosque para producir madera). A menudo, lo que más se afecta son las relaciones entre distintos organismos. Tal vez sepamos cómo funciona cada uno en particular (un microorganismo del suelo, una hormiga, una liebre, un ave), pero desconocemos bastante sobre cómo se relacionan todos entre sí, o cómo impactan las acciones humanas sobre estas relaciones”.
Por último, Austin se refirió a la importancia de contar con datos robustos a la hora de tomar decisiones ambientales: “No hago las políticas forestales, pero soy científica y desde mi lugar siento que debo aportar información útil para tomar conciencia antes de actuar. Cuando se piensa en cambiar el uso de la tierra y convertir ecosistemas naturales en bosques implantados, es necesario considerar todos los efectos y se debe contemplar su restauración en el futuro. Está claro que no podemos conservar todos los ecosistemas en su estado natural. Queremos los servicios que brindan, pero es fundamental avanzar con cuidado, con información, con discreción y con criterio. Desde mi punto de vista, esto es lo que me gustaría dejar como mensaje.”
Un premio como científica
El pasado 8 de septiembre, Amy fue distinguida con el Premio Nacional L´Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”, en colaboración con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). El principal objetivo de este premio es reconocer y apoyar la excelencia del trabajo de la mujer en el ámbito científico, y promover la participación de las mujeres en la ciencia a nivel nacional. El premio está dirigido a mujeres con grado de doctorado, de hasta 50 años de edad, que realicen investigación en la Argentina. En este 2015 se presentaron proyectos en “Ciencias de la Vida”, lo que incluyó Ciencias Médicas, Biología, Bioquímica, Veterinaria, Biotecnología y Fisiología.
El jurado estuvo integrado por reconocidos especialistas en esas disciplinas, por representantes del CONICET y por autoridades de L’Oréal Argentina. Amy fue distinguida por su proyecto “Efectos de las forestaciones sobre los ciclos de carbono y nitrógeno en los ecosistemas naturales de la Patagonia Argentina”. El premio consistió en un subsidio de $200.000 para continuar con la ejecución de su proyecto. (Prensa Fauba)