Los cárteles y los formadores de precios… No existen

Basta de Chamuyo: Buena parte de la diatriba oficial respecto a cuestiones económicas, en especial el control de precios, se refiere a los conceptos de “formadores de precios”.

El gobierno está convencido, y su coro de medios subsidiados y lacayos así lo repiten, que los precios son establecidos por perversos formadores que sólo buscan su propio provecho en perjuicio de la sociedad.

Nada peor que una verdad a medias repetida hasta el cansancio.

Es cierto que cada agente de mercado, empresario, trabajador, cuentapropista  maximiza su bienestar intentando cobrar el precio más alto que puede. Pero jamás podrá cobrar el precio que quiere. Pues cada productor enfrenta una demanda que establecerá un límite al precio que quiere cobrar.

Nadie cobra el precio que quiere sino el más alto que puede. Eso explica por qué el pan no vale tres millones de dólares el kilo. No es por la bondad de los panaderos ni por su conciencia social sino simplemente porque a ese precio la demanda de pan sería cero.

Lo que no es cierto es que los precios sean producto del capricho empresarial. Eso es un dislate propio de quienes no tienen ni calle ni jamás interactuaron en el mercado.

Este gobierno cree que un recién egresado del centro de estudiantes de la UBA con una planilla de excell en una mano y un fusil en la otra puede manejar una empresa. Quimera pura.

Los precios no son formados por supuestos formadores sino por la interacción diaria de millones de compradores y vendedores. Esto sucede en todos los mercados.

Es necesario aclarar y desmitificar algunos conceptos.

  • Se entiende por “formador de precios” a la actitud monopólica u oligopólica de imponer precios por encima de los que regirían en un contexto competitivo. En dos palabras, los precios en los mercados competitivos son menores a los precios en los mercados concentrados. Para que haya formador de precios se requiere un elevado grado de concentración en el mercado y la presencia de barreras al ingreso de terceros competidores. Nada de eso sucede en los rubros alimentos, bebidas, indumentaria y artículos de tocador. Las empresas productoras de carnes, leches, aceites, fideos, cereales, frutas, verduras, ropa y limpieza se cuentan de cientos y en algunos casos de a miles. Son pocos los mercados alimenticios donde una empresa concentre más del 30% de la oferta. Detrás de cada marca líder hay una fila de segundas y terceras competidoras en precio y calidad. 
  • Por “cartelización” se entiende a la conducta de pocas empresas de evitar la competencia entre ellas, de manera de constituir una suerte de monopolio de hecho y poder cobrar precios más elevados. Tampoco hay evidencia de este comportamiento. La teoría económica muestra que los “cárteles” no se mantienen por mucho tiempo. La tentación de ganar clientes al competidor es imposible de contener. Lenin decía “los capitalistas son tan tontos que el día que los colguemos se van a pelear para vendernos la soga”. La naturaleza del capitalismo es la competencia, no el cartel.

Una apertura real de la economía espantaría cualquier temor de concentración y cárteles. No habría posibilidad alguna, siquiera teórica, que todos los productores del mundo se confabulen contra los consumidores argentinos y ningún mercado estaría tan concentrado como formar precios a discreción.

Es necesario aclarar que aún en el caso teórico de la concentración o el cártel esto puede explicar precios relativamente más elevados que una situación  competitiva pero no el aumento persistente y constante en el nivel de precios.

La inflación nunca puede deberse a un supuesto cártel. Eso es chamuyo en estado puro. 100% excusa oficial para ocultar su propio fracaso.

Milton Friedman aseguraba que “la inflación es siempre y todo lugar un fenómeno monetario”. La única causa de la inflación es la emisión monetaria del Banco Central no correspondida por una demanda de dinero equivalente.

Cuando el estado emite y los particulares no demanda ese dinero se produce una sobredemanda de bienes que redunda en un aumento de precios.

Cuánto más grosera sea esa emisión tanto más elevada será la inflación.

Nada tiene que ver la “estructura de los mercados” la cual puede ser competitiva y no concentrada con sólo abrir la economía, bajar los impuestos y eliminar absurdas regulaciones. 

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